Dejen en paz a los gatos… y a otros animales
29/05/2020
29/05/2020
Ahora que lo hemos vivido– aunque de un modo muy cómodo comparado con otros – nos debería resultar fácil imaginar que pasar toda nuestra existencia encerrados ha de ser por fuerza como estar en el infierno. No poder apenas moverte, no poder pasear sino solo moverte en círculos; no poder correr o volar, sino solo mirar a través de una ventana o un cristal; no poder relacionarte con otros sino solo con los que te dejan…si es que te dejan; no poder disfrutar de una palabra de cariño o una caricia de consuelo… no poder vivir como te gustaría. ¿Para qué vivir entonces? ¿Para qué respirar cada día? En serio, pensémoslo. Repito: Ya lo hemos vivido, aunque de un modo muy cómodo comparado con otros. Nuestro día a día se limitaría a comer y a tener miedo, o a aburrirnos desesperadamente mientras la vida pasa a nuestro lado sin que tenga ningún sentido, porque no disfrutaríamos de ella.
Pues ahora pensad que sois un animal de laboratorio. No solo viviríais encerrados y aislados, sino que habríais nacido en un laboratorio, vivido en un laboratorio sin siquiera ver la luz del sol y estaríais destinados a sufrir con alguna enfermedad y ser después sacrificados. Eso es lo más cercano al infierno que nos podemos imaginar.
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Y los científicos no somos inmunes a esta capacidad. Muchos nos preguntamos hasta qué punto son útiles los experimentos con animales, si todos los experimentos con animales son realmente necesarios y cuánto mejoraría la ciencia si nos obligamos a buscar métodos alternativos de experimentación que no requieran el uso de animales.
Actualmente hay muchos métodos alternativos a la investigación con animales, con una base científica muy sólida y que producen una información veraz y fiable, en muchos casos mucho más fiable de la que pueden proporcionar los métodos con animales. En estos momentos no se pueden cubrir todas las necesidades con métodos alternativos, pero una investigación en estos métodos podría no solo evitar el uso de animales en un futuro más o menos cercano, sino proporcionarnos mejores herramientas de investigación, es decir, ayudarnos a hacer mejor ciencia de la que estamos haciendo.
Para más información sobre métodos alternativos a la investigación con animales, recomendamos leer un artículo publicado en este mismo blog, cuya primera parte es más divulgativa y cuya segunda parte está más enfocada a científicos que quieran informarse sobre algunos de los métodos alternativos disponibles hoy en día, titulado “Métodos alternativos a la investigación con animales”, que cuenta con su bibliografía correspondiente.
Esta pandemia de COVID-19 está poniendo de manifiesto varias cuestiones, sobre las que es necesario reflexionar para mejorar, no solo desde el punto de vista científico, sino desde el punto de vista humano.
En primer lugar, la BBC anunció que los Institutos Nacionales de Salud norteamericano (NIH, National Institutes of Health) no iban a realizar las típicas y prolongadas fases de pruebas en animales e iban en su lugar a pasar directamente a los ensayos en humanos. El 16 de marzo se anunciaba que 45 voluntarios humanos iban a participar en los experimentos para desarrollar una vacuna contra el Sars-coV-2. Si es posible hacer esto en estos momentos de crisis, evitando así tests inútiles en animales que no solo ralentizan la búsqueda de tratamientos y curas para enfermedades humanas sino que desperdician dinero y recursos valiosos, además de ser crueles, ¿por qué no podría ser así en todos los casos?
Por otro lado, saltarse esta parte de la metodología no es ninguna locura. Una vacuna eficaz en animales, no tiene por qué ser efectiva en humanos. Y tras mucha investigación se puede descubrir que esa vacuna que funcionaba tan bien en modelos animales como los monos, no genera inmunidad en humanos. Toda esa inversión en dinero, en tiempo y en vidas, se descubre inútil. ¿Estamos exagerando? No. Esto ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia de la investigación científica. De hecho, el propio NIH informa de que el 95% de las drogas que pasan la fase de test en animales, resultan ser ineficaces en humanos. Y la razón es obvia: los animales y los humanos son muy diferentes entre sí, y estas diferencias son siempre grandes diferencias, en anatomía, fisiología, biocinética y respuestas farmacológicas y toxicológicas. Y esas diferencias de los animales modelo frente a los humanos a los que va dirigido el fármaco, vacuna o tratamiento hacen que sea difícil extrapolar en una especie los resultados obtenidos en la otra. Asimismo, algunos efectos secundarios que aparecen en humanos pueden no percibirse en el modelo animal o pueden no ser detectados debido a una frecuencia demasiado baja de aparición.
Por lo tanto la investigación con animales puede conllevar grandes inconvenientes más allá de los dilemas morales y éticos: implica pérdida no solo de vidas, sino de dinero y tiempo que estaría mejor invertido en otro tipo de investigación, en una que fuera realmente útil y efectiva.
Lo que nos lleva a la gran pregunta que ha suscitado la elaboración de este artículo: ¿por qué se siguen financiando investigaciones con animales para tratar de dilucidar si los gatos se infectan o no con el Sars-coV-2 y si son capaces de transmitirlo?
Las razones que nos llevan a hacernos esta pregunta tienen que ver con la estadística y con el sentido común.
Sabemos que, a pesar de la gran infectividad que ha demostrado tener el Sars -Cov-2 entre los seres humanos, infectando a estos en prácticamente todos los países del planeta en menos de seis meses, el número de animales infectados de forma natural ha sido ridículamente bajo. De hecho, casi han tenido que buscarlos con lupa para poder hacer una noticia sobre ellos. La estadística nos dice, por tanto, sin necesidad de investigaciones de laboratorio, que ni los animales domésticos ni los de granja son susceptibles al virus ni son capaces de transmitirlo.
Recomiendamos leer el artículo titulado “Sars-coV-2 y animales: los hechos y no las conjeturas” publicado en este mismo blog, donde damos la información sobre los animales que se han infectado hasta el momento, con las fuentes de donde extrajimos la información.
¿Por qué entonces gastar tiempo y dinero en experimentos con animales en condiciones de infección de laboratorio, que no tienen nada que ver con las condiciones naturales de infección? Se han realizado ensayos con gatos en laboratorio con la excusa de investigar si pueden infectarse y transmitir el virus. ¿Por qué? La estadística nos ha dado muy claramente la respuesta. Pero analicemos el experimento que se realizó infectando gatos con Sars-coV-2 en un laboratorio. Se usaron 6 gatos. ¿Es éste un número estadísticamente serio? ¿De verdad con 6 gatos podemos sacar conclusiones que puedan extrapolarse a la población mundial de felinos? ¿Y por qué se han planteado hacer experimentos con gatos, cuando ni siquiera está claro qué animal puede haber sido el reservorio del virus y en todo caso la comunidad científica parece estar de acuerdo en que ha sido un animal salvaje?
¿Por qué en lugar de gastar todo ese tiempo, dinero y vidas en experimentos inútiles con gatos no se gasta en investigaciones realmente serias y útiles que puedan acabar con la amenaza de esta pandemia?
¿Es una razón económica y de capacidades? “Necesito que me den dinero para mantener mi laboratorio, y no se me ocurre una mejor manera de dar respuesta a esta pregunta (sea o no necesario hacerse esta pregunta): Voy a plantear experimentos con animales”.
¿O es que estamos buscando a alguien a quien culpar? Un culpable que sea noticia y que nos distraiga de todas las preguntas que deberíamos hacernos para no volver a sufrir una situación así. Y los gatos, animales domésticos tan presentes en nuestras vidas, parecen ser considerados como una buena opción.
La culpa, de ser de alguien, es nuestra. No de los gatos, ni de los murciélagos, los pangolines o los visones. La biodiversidad, de haberla respetado, nos habría protegido de esta pandemia. La naturaleza misma habría sido nuestra vacuna de haber dejado en paz a los animales en sus hábitats, que es donde deben estar. Deberíamos tener siempre presentes las palabras del poeta norteamericano Walt Whitman:
Que, siguiendo su curso, sin importarles las especulaciones de los hombres, en medio de las escuelas, teologías, filosofías cambiantes, en medio de las ofrendas vocingleras, nuevas y antiguas, continúen las leyes, hechos, modos vitales y silenciosos de la tierra redonda.
Según lo anteriormente expuesto, la experimentación con animales no se justifica, aún así, se continúan aplicando por cuestiones económicas y del sistema establecido y aceptado de procesos investigación, que, por todo lo anteriormente explicado es un sistema obsoleto, innecesario e infundado. En cuanto a la parte económica, debemos tener en cuenta no sólo aquellos laboratorios que justifican el uso de animales (que es para lo que están preparados estos laboratorios) para poder acceder al supuesto conocimiento del Covid19, sino que hay toda una maquinaria económica que se nutre de la experimentación con animales, puesto que existen criadores y distribuidores de animales para experimentación.
Así pues, ante la posibilidad de poder obtener rápidas subvenciones y financiación para estudiar el tan temido Covid19, es fácil que se caiga en el recurso más accesible, como es el de buscar modelos animales con los que probar mil y una cuestiones relacionadas con el Covid19. Y, cómo no, entre otros animales que son la diana de los laboratorios, nuestros supuestamente tan estimados animales de compañía, los perros y los gatos, se convierten también en el modelo a utilizar.
Y, claro está, si los gatos y los perros, entre otros, son constantemente inoculados (en entorno de laboratorio) con altas dosis del Covid19, es muy factible que surja algún pequeño hallazgo, como la transmisión del virus (sin resultados de enfermedad grave) entre gatos, que luego los medios de comunicación aprovechan como titular alarmista (sin preguntarse por qué esos gatos están siendo infectados con Covid19 en laboratorios), aunque nada tenga que ver con las condiciones en las que viven esos perros y gatos que son parte de las familias humanas, y que los casos de transmisión natural siempre de humanos a gatos o perros (y nunca al revés) se hayan registrado muy puntualmente. De nuevo, remito al artículo de este mismo blog denominado: “Sars-CoV-2 y animales: los hechos y no las conjeturas.”
Ante todo, esto podemos preguntarnos ¿Qué hace que la sociedad permita que experimentemos con animales que además tenemos tan presentes como miembros de la familia? ¿Existen gatos de primera y de segunda categoría? Aquí intervienen elementos de la psicología humana que nos pueden explicar por qué llegamos a colocar en categorías diferentes a la misma especie, como el gato, según nos interese.
A nivel científico, la antrozoología nos demuestra que en las sociedades humanas las actitudes hacia los animales son situacionales (Arluke 2006), es decir, un mismo tratamiento en un contexto puede ser considerado aceptable, mientras que en otro puede no serlo. Así, las prácticas actualmente aceptadas hacia animales de laboratorios de investigación se considerarían inhumanas si se realizaran a animales de compañía. Por tanto, el análisis de los factores individuales, grupales y culturales que influyen en el comportamiento de las personas hacia los animales es fundamental para comprender ciertas actitudes que nos pueden parecer ilógicas, como el uso de gatos en laboratorios para estudiar el Covid19 (Amiot & Bastian 2014).
A nivel psicológico, pueden estar actuando aquí los mecanismos de la teoría de la dominancia social (Pratto, Sidanius, Stallworth y Malle, 1994). La Orientación a la Dominancia Social (ODS) es un rasgo de personalidad más o menos presente en cada humano. Las personas orientadas a la dominancia social son antigualitarias, y esto podría explicar que, aunque alguien conviva y adore a su gato o perro, coloque a este animal a un nivel superior (socialmente) al de los animales de laboratorio, simplemente porque está en su familia y considera que socialmente merece más privilegios que otros.
Por otro lado, debemos tener en cuenta “el poder del miedo” (Tizón, 2011), que hace que llevemos a cabo actos supuestamente irracionales o sin sentido en pro de sobrevivir. Es decir, que el miedo podría llegar a hacernos olvidar el horror que realmente significa que experimenten con gatos, puesto que lo fundamental sería encontrar la cura para la enfermedad que nos amenaza.
Y el ser humano dispone de una serie de mecanismos psicológicos que nos permiten este “autoengaño” para justificar aquellos actos que suponen una contradicción entre nuestros actos y nuestras creencias. Es decir, disponemos de herramientas mentales que nos permiten evitar el remordimiento ante actitudes y comportamientos que analizados objetivamente son condenables moralmente. Estos mecanismos son la disonancia cognitiva, la desconexión mental y las técnicas de neutralización (Ribeaud & Eisner 2010).
Otra cuestión interesante que resolver es: ¿Qué lleva a que los medios de comunicación magnifiquen esos resultados de laboratorio que no tienen implicaciones en el funcionamiento diario de nuestros hogares con perros y gatos? Cuando, además, debemos tener en cuenta que todas estas comunicaciones a grandes masas podría afectar la actitud de las mismas hacia los animales de compañía, aumentando su abandono o maltrato, como se puede leer en el artículo de este mismo blog titulado “¿Por qué el Coronavirus tiene implicaciones en el abandono de animales de compañía?”
Para empezar, nadie pone en duda que los animales están muy presentes en los medios de comunicación, ya que el interés y la fascinación que siente el ser humano por los animales lo acompaña desde el inicio de su historia (DeMello 2012). Por otro lado, teniendo en cuenta que casi la mitad de los hogares españoles tienen un animal de compañía, está claro que cualquier noticia haciendo referencia a la convivencia con perros o gatos va a tener un gran interés.
Por otro lado, en cuanto a los medios de comunicación hemos de volver a referirnos a la teoría del poder del miedo (Tizón 2011). El miedo tiene un valor adaptativo, es decir, sentir miedo ante cualquier posible amenaza del entorno permite protegernos y sobrevivir. Por tanto, el ser humano está diseñado para focalizarse en cualquier alarma para su supervivencia a través del miedo. Y todo este mecanismo humano es aprovechado por los medios de comunicación para captar la atención del público. Por tanto, aunque existen muchas noticias positivas en referencia al papel de los perros y gatos en este confinamiento de la crisis del Covid19, las noticias que más se muestran y que más impacto tienen son todas aquellas que puedan producir miedo en la población. Y es así como, aunque los hallazgos de Covid en perros y gatos sean más que despreciables en comparación con los millones de perros y gatos que están viviendo en este entorno de pandemia, los medios de comunicación deciden destacar las noticias alarmistas relacionadas con perros y gatos, porque ofrecen la fórmula mágica para lograr mayor atención, sin tener en cuenta las terribles consecuencias de esa manipulación de la información o información parcial y sesgada que ofrecen.
Como conclusión y desde un punto de vista científico, el no poder hacer experimentos con animales – por las circunstancias o por la legislación- no hará sino espolear nuestra capacidad creativa para buscar métodos alternativos que sustituyan a la experimentación animal. Nos veremos obligados a usar la imaginación y el conocimiento acumulado para hacer mejor ciencia, más fiable, más eficaz, y más humana.
Bibliografía:
Amiot, C. E. y Bastian, B. (2014). Toward a Psychology of Human-Animal Relations. Psychological Bulletin. American Psychological Association, 141(1), 42. Retrieved from http://dx.doi.org/10.1037/a0038147 [Not free available]
Arluke, A. (2006). Just a Dog: Understanding Animal Cruelty and Ourselves. In: In J. Maher, H. Pierpoint y P. Beirne (Eds.), The Palgrave International Handbook of animal Abuse. (p. 42). London: United Kingdom. Doi 10.1057/978-1-137-43183-7.
DeMello, M. (2012). Animals and Society. An Introduction of Human-animals Studies. New York. Columbia University Press.
Tizón, J. L. (2011). El poder el miedo ¿Dónde guardamos nuestros temores cotidianos?. Morata, Madrid.
Por:
Dra. María José Rodríguez Gómez
Científica en el CSIC, integrante de la iniciativa Apadrina la Ciencia
Instituto de Salud Carlos III, carretera de Majadahonda-Pozuelo, km 2,2, Majadahonda, 28022 Madrid, Spain
Dra. Paula Calvo
Antrozoóloga y etóloga. Investigadora científica. Formadora y divulgadora.
Asesora/ Consultora de entidades dedicadas a los animales de compañía (administración, refugios, intervencionesasistidas con animales)
Antrozoología, etología e intervenciones asistidas con animales