Para comprender cómo viven muchos caballos destinados a estas prácticas queremos compartir la historia de Merlín. Él vivía en una hípica, vivía en un box de hormigón que le impedía ver el exterior y a otros caballos. Además, dormía en una cama de viruta, y a menudo sobre su propia orina y estiércol acumulados. Merlín era mi compañero en sesiones terapéuticas. Trabajaba 4 horas y media al día, de martes a domingo, sin descansos entre sesiones, sólo paraba los lunes. Merlín salía del box seis días a la semana, unos 30 minutos antes de trabajar, se le dejaba atado a una valla mientras le preparaban para recibir la visita de 5 usuarios de diversas índoles y necesidades. Merlín daba vueltas a una pista minúscula, y si la meteorología lo permitía, salía a un campo anexo a la hípica. Después de toda la tarde paseando, recibiendo caricias (sin pregunta previa), cepillado, monta, e interactuando con materiales artificiales, se le soltaba en la pista para que interactuase con su compañera equina durante 10 minutos o a lo sumo 15 minutos. Después Merlín, volvía su box: una jaula de hormigón, desde las 20 h. hasta la mañana siguiente. Esta era la rutina de Merlín y de muchos otros equinos hoy en día, sólo tendríamos que cambiar su nombre, la historia es la misma.
Personalmente, me sentía y me he sentido frustrada por no disfrutar de un trabajo soñado como son las Intervenciones Asistidas con Caballos: en él se unen mis dos pasiones, la psicología y los animales. Y es que algo no encaja. En ocasiones, el caballo no disfruta y, además, se le explota y se le niega su identidad.
La segunda parte de la historia de Merlín también es compartida con otros caballos. Al pasar los años, y una vez acabada su rentabilidad, por vejez y lesión, Merlín fue vendido a una hípica en una provincia española lejana respecto a donde residía, una acción por desgracia habitual en el mundo equino. Mi vínculo con él me impidió dejar las cosas así y después de muchas vueltas y apoyada por, amigos, compañeros y mi familia conseguimos encontrarle, pero, en un estado alarmante, lamentable. Estaba en estado de caquexia y desnutrición extrema, podredumbre y larvas en los cascos. Además de una evidente depresión.

Merlín antes de ser rescatado
Merlín, el protagonista de la sonrisa de muchos niños y niñas durante años, vendido y abandonado a su suerte cuando ya no servía. Obtuvimos apoyo económico para poder comprarle (sí, aun así, nos pidieron dinero por él), mantenerle y recuperarle física y emocionalmente.
Desde ese día tomamos plena conciencia de la trata de caballos, y la lacra que supone esta trastienda del mundo del caballo en España (algunas noticias sobre esto han sido publicados en el diario veterinario, 20 minutos, El Confidencial o en la web del Consejo General de la Abogacía Española por poner algunos ejemplos) Intercambios, ventas ilegales, desplamientos de animales sin constar en la delegación de agricultura competente… Una película de terror, con horribles imágenes, de la que, a veces, dan ganas de no participar. Pero no se puede esquivar ya que salpica a las intervenciones asistidas con caballos mucho más de lo que nos gustaría. En ocasiones por necesidades del negocio, en otras por ignorancia o quizás por otras razones que no llegamos a comprender, muchos caballos destinados a estos fines viven y mueren así.
Después del rescate de Merlín vinieron dos más. Todos eran caballos que habían sido destinados a programas de terapia. Ahora tienen una oportunidad de vivir como caballos, en nuestro programa-santuario que hemos creado para ellos: Horses and Women. Los caballos partícipes de esta vida de jubilación están superando los 35 años. Esto es posible gracias a los cuidados adaptados a la etapa geriátrica en la que están. Para ello contamos con voluntarios que acuden todos los días y dedican unas 4 horas al día para preparar desayunos, almuerzo y cena; dar medicación especializada; apoyar en el envejecimiento cognitivo y físico a los caballos, entre otras tareas. Incluso en esta etapa de pandemia y crisis sanitaria.
Merlín falleció el 20 de julio de 2020 después de una larga jubilación que ha disfrutado pastando, descansando, socializando y siendo caballo. Nos ha regalado muchos momentos de cariño y confianza. Por ello, quiero pensar que olvidó todo lo que el ser humano le hizo pasar en algún momento de su vida. No sabremos como fue su comienzo, pero estoy muy dichosa de haberle facilitado una última etapa de respeto, admiración y cuidados. Le ayudamos a marcharse, acompañado y sin dolor. Nos ha dejado un hueco grande en el corazón, el mismo que ocupaba, o quizá más grande aún.

Merlín y su amiga Sandra en el santuario
Merlín nos abrió los ojos ante una realidad que no veíamos, desde ese momento, pensamos en cambiar la forma de relacionarnos con los caballos y los perros. Fue nuestra fórmula. Incorporamos programas de bienestar del caballo a nuestra entidad con un objetivo claro, nos propusimos ser agentes de cambio. Queríamos hacerlo diferente, mejorar nuestra formación para saber más y poder concienciar a la población en general y especializada en particular, de las autenticas necesidades de los equinos y contribuir de algún modo en mejorar las intervenciones asistidas con caballos en nuestro entorno, primero mejorando nuestras prácticas y segundo creando un proyecto de jubilación para caballos.
Respecto a las intervenciones con perros a las que también nos dedicamos, sería otra historia la que deberíamos contar. Otras acciones relevantes para el cambio tienen que ver con la investigación y la formación. En esta línea trabajamos coaligadamente con la Cátedra Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y el Máster Universitario de IAA de la Universidad de Jaén. Es la fórmula que hemos elegido, por supuesto no es ni debe ser la única.

Amigos para siempre.