Tercera edad y animales, ¿el binomio perfecto?
4/09/2020
4/09/2020
Por:
Lucía Arana
Periodista, Responsable de Comunicación de CoPPA
La madre de la autora con Nuna y Baby. ©Lucía Arana
Mi madre falleció hace poco más de un año. Cuando comenzó a envejecer y a perder su autonomía, solía repetir una de esas frases inquietantes que a menudo dicen las personas mayores: “Cuando no pueda valerme por mí misma, no me dejéis vivir“. Yo, para provocarla un poco, siempre le contestaba: “A mí podéis matarme cuando ya no sea capaz de tener perro“.
Mi respuesta, una broma para quitar hierro a la situación, esconde sin embargo una verdad y quizás algunos de los lectores de este blog de la Cátedra Animales y Sociedad se estén ahora mismo sintiendo identificados. Una literatura científica cada vez más amplia va confirmando lo que la intuición nos dicta: los vínculos afectivos y de apego con nuestros animales son una parte importante de nuestro bienestar y una fuente de enormes beneficios a nivel físico, psicológico y emocional.
Según va avanzando la vida, lo accesorio pierde valor y lo esencial se va colocando en el primer plano. “Muchos mayores consideran a sus animales como miembros muy importantes de su familia, los describen como el ser más cercano o incluso como su único compañero“. (1)
La vejez es una época de desapegos forzosos: amigos y familiares van falleciendo o alejándose, la salud empieza a deteriorarse y actividades que antes se realizaban con naturalidad comienzan a resultar dificultosas. La vida social va disminuyendo poco a poco, los abrazos y caricias se hacen escasos y los miedos crecen.
Kimberly Anne Huff-Mercer, del Departamento de Enfermería de la Midwestern State University decía: “La amenaza más grave para los ancianos no es el cáncer o la enfermedad. Es la soledad. (…) El amor es la mejor medicina y los animales son uno de los mejores proveedores“.
En este punto, me parece muy importante resistir a la tentación de romantizar la vejez y de caer en el error de afirmar que cualquier animal es beneficioso para cualquier persona mayor y viceversa, que cualquier persona mayor es un referente adecuado para cualquier animal. El secreto del éxito de estos binomios que pueden ser tan buenos, tanto desde el punto de vista de los individuos como para el resto de la sociedad, es que se den en las condiciones correctas.
Eider Fernández Cerrato, etóloga responsable de Zintzoa Educación Canina señala: “Cuando hablamos de personas mayores, la elección del animal tiene aún más importancia para que el acompañamiento pueda ser sostenible por ambas partes, la del humano y la del perro. Cuando ese binomio lo forman dos partes complementarias, la relación que se genera tiene fuertes lazos, que sostienen el equilibrio emocional de ambos“.
Aunque el sentido común debería servir de guía en estos casos, mi experiencia de años como voluntaria de una pequeña protectora me ha mostrado que se cometen graves errores, fácilmente evitables con un mínimo de información. A continuación, trataré de forma muy breve y superficial algunos aspectos que me parecen esenciales:
La edad del animal. No es buena idea escoger a un cachorro, incluso de tamaño pequeño, para convivir con una persona de la tercera edad, ya que esta raramente podrá dar al animal lo que necesita en esa etapa tan delicada de su vida a nivel de esparcimiento, juegos y sociabilización, lo que provocará futuros problemas de conducta y será una fuente de frustración y sufrimiento para todos los implicados.
Este punto, especialmente importante en perros, puede aplicarse también a los gatitos. Lo ideal, para que no se les prive de sus necesidades, es un animal que se encuentre en una etapa vital parecida a la del humano, para que puedan disfrutar de paseos tranquilos – o, en el caso de los gatos, de jornadas sosegadas – y sin sobresaltos.
Mauro y Kía en “Mayores Amistades”. Foto: Guido Bajaña ©ERAH
El tamaño sí importa. Durante muchos años tuve la suerte de disfrutar de la compañía de dos adorables golden retriever, Nuna y Baby. Eran dóciles, sensibles y muy educadas. Sin embargo, con el tiempo sus articulaciones empezaron a acusar la edad y llegó un momento en que no podían subir escaleras, así que había que echarles una mano levantándolas de las patas traseras. Me contracturé la espalda varias veces. En aquel momento comprendí que, aunque me encantan los perrazos, tocaba elegir compañeros peludos más adecuados a mi momento vital.
Por supuesto, todas conocemos personas mayores que son muy felices con perros “talla XXL”, pero el hecho es que el manejo de animales grandes es un reto y que los peligros para ambas partes no deben subestimarse.
Los perros tienen necesidades perrunas. Y deben salir todos los días, varias veces al día. No es suficiente con un patio o con un empapador en la terraza. Una vida plena va más allá de comer, beber y dormir: “Dentro de las necesidades básicas de los perros deberían incluirse un conjunto mayor de actividades: la conducta exploratoria, la conducta social y las conductas individuales“, señala José Miguel Castillejo, de La Brújula Canina. “Deberíamos insertar en nuestra cabezota humana que no favorecer el desarrollo de relaciones sociales por parte de nuestros perros es tan grave como no darles comida y agua“.
Lo expuesto anteriormente no debería, sin embargo, ser la excusa para romper el vínculo y separar a las personas mayores de sus animales cuando aparecen dificultades, sino todo lo contrario. Debería servirnos de acicate para escuchar sus deseos y sus opiniones, para entender mejor las necesidades de los animales, para ayudarles cuando sea preciso y para crear entre todos políticas públicas que garanticen que se pueden dar las condiciones para que este binomio humano-animal sea, de verdad, una fuente de felicidad para todos los implicados.
“Los vínculos que las personas mayores tienen con sus mascotas pueden ser especialmente fuertes e importantes para ellos, y la separación o renuncia a este vínculo y relación afectiva puede llevar a la tristeza, a la desesperación y a la soledad, con repercusiones también en su salud. (…) El animal hace que se sientan necesitadas y les da una razón para mantenerse activas, además de compañía y amor incondicional“. (2)
Según un informe de CoPPA (1), estos serían algunos de los beneficios, identificados en diversos estudios, que la convivencia y la interacción con animales de familia puede aportar a las personas de avanzada edad:
Lolita y Leo. ©Lucía Arana
La lista es extensa y las que convivimos con animales sabemos que cuidar adecuadamente de ellos conlleva una serie de tareas diarias que a veces resultan trabajosas, pero que nos suelen compensar. Esto tiene también un reflejo en nuestra salud y forma física: “En un estudio, las personas mayores que tenían un perro o gato eran más capaces de realizar ciertas actividades físicas consideradas ‘actividades de la vida diaria’, como subir escaleras, doblarse, arrodillarse o inclinarse; tomar medicamentos; preparar la comida; y bañarse y vestirse”. (3)
Por otro lado, tener una rutina diaria es beneficioso para el estado de ánimo y la salud mental: “Tener que alimentar, cepillar o pasear a una mascota puede proporcionar estructura, objetivos y un ancla en días que de otra manera carecerían de significado. Las personas mayores que cuidan de sus mascotas pueden experimentar el sentido de propósito y de control sobre su entorno”. (4 a, b)
Además de poder aumentar la sensación de seguridad y bienestar, la autoestima y la motivación, desde CoPPA señalan que la convivencia con animales “favorece los contactos interpersonales e interacciones sociales y fomenta el sentido de pertenencia a la comunidad local. Todos estos efectos positivos en la salud y la calidad de vida de las personas mayores pueden repercutir finalmente en beneficios para toda la sociedad, con el correspondiente ahorro del gasto en salud pública”. (1)
Ya en el año 2014, la escritora Marta Navarro tocaba en un conmovedor artículo la problemática de estas separaciones forzosas y, a menudo, invisibles: “Cada noche en las residencias, centenares de ancianos lloran en silencio al haber sido separados a la fuerza de sus animales. Animales que dieron amor y acabaron recibiendo una inyección letal o un golpe de frío en sus maltrechos huesos. Humanos y animales a la deriva, náufragos de una sociedad insensible que necesita un cambio profundo”. (5)
Seis años más tarde, la situación en España no ha hecho sino empeorar. La pandemia de coronavirus ha arrasado entre nuestros mayores y ha puesto un doloroso foco en las precarias condiciones de muchas residencias de la tercera edad; esos lugares hacia los que, ocupadas como estamos con nuestro ritmo de vida frenético, nunca miramos lo suficiente.
En el año 2019, CoPPA desarrolló en Medellín, Colombia, el estudio “Personas Mayores, Convivencia con Animales e Ingreso en Residencia” (6), uno de cuyos objetivos fue conocer cómo vivieron personas de avanzada edad la separación o ruptura de la convivencia con sus compañeros animales antes de ser ingresadas en residencias. La investigación analizó también los posibles impactos que dicha ruptura les pudo haber generado.
En el estudio, realizado mediante entrevistas en profundidad, se pudo identificar el momento de la ruptura en la relación como algo traumático y cuyo recuerdo acompañaba a los mayores, incluso después de mucho tiempo. “Aunque el instante de la separación es un fenómeno puntual, un acontecimiento que se da en un momento determinado, para los participantes supone un antes y un después, es una situación crítica, cuyas secuelas, aún hoy, les acompañan. Una prueba de ello es que todos los participantes se emocionan al recordar esos momentos”, señalan las investigadoras de CoPPA en el informe preliminar del estudio.
Susana y Charly en “Mayores Amistades”. Foto: Carlos Ming Chong ©ERAH
Otro punto interesante de dicha investigación revela que, si bien la vida en la residencia es cómoda y las personas mayores se sienten bien atendidas, la gran mayoría de entrevistados expresan sufrir de soledad. Tienen mucho tiempo libre y les faltan ocupaciones que les hagan sentir útiles y valorados. “No encuentran, en los otros residentes, el tipo de amistad íntima, el compañerismo, el apoyo o el refugio, que les gustaría tener y que, según ellos, hallaron en sus animales“.
“Todas las personas mayores entrevistadas se acuerdan de sus animales con mucha frecuencia; algunas, todos los días”, señalan desde CoPPA.
Los efectos pueden ser devastadores para los seres humanos pero, ¿qué ocurre con los animales?: “Cuando por problemas de salud o de incapacidad se separan los individuos que en ese momento forman una familia, los efectos a nivel emocional, de estrés y, por consecuencia, fisiológicos pueden ser graves. A los perros no podemos explicarles lo que pasa, ni a dónde van, y uno de los mayores generadores de estrés en todas las especies es la impredecibilidad“, señala Eider Fernández.
“Muchas veces, además, son animales que llevan largos años viviendo con su humano, perros mayores también, más frágiles emocionalmente. Se ha dado mucha importancia al bienestar físico, pero sigue descuidándose enormemente el bienestar emocional. Seguimos sin ser conscientes de que ambos van de la mano, un perro al que sacamos de una vida construida, le generamos por un lado un cambio brusco de rutina y entorno social, además de tener que pasar un luto por la pérdida de la presencia de su ser de referencia, lo estamos de alguna manera rompiendo emocionalmente, y eso hará que se rompa fisiológicamente. Después dependerá de su edad, carácter y resiliencia la capacidad de sanar esas heridas y seguir adelante“, añade la etóloga.
Residencia Barcelona es un centro privado con 130 plazas que lleva casi tres décadas atendiendo a mayores en la ciudad condal. Los animales de compañía, tanto de residentes como del personal, son más que bienvenidos desde su inauguración, allá por el año 1993.
“La decisión de admitir mascotas se tomó de la manera más natural posible, pensando en que los residentes que viven con sus animales no tengan que separarse de ellos por el hecho de venir a vivir a una residencia“, nos cuenta Silvia Lluch, su directora. “Los beneficios son innumerables: favorecen la sociabilización y la adaptación, les ayudan a relacionarse, les obligan a seguir con sus responsabilidades y sintiéndose útiles, les hacen compañía, y evitamos el trauma que supondría la separación para los dos“.
Las reacciones del personal y de los familiares a la presencia de animales en el centro también son mayoritariamente positivas: “Tenemos muchas terrazas y jardines y muy pocas veces nos hemos encontrado con alguien que ponga mala cara por ver un perro por aquí, al contrario, siempre unen y dan alegría“, señala Silvia. “Si a alguna profesional que tiene que entrar a la habitación no le gustan los animales, o tiene alergia al pelo, le hacemos un cambio de tareas“.
En este momento solo vive en la residencia la gata de una de las usuarias. “Estamos deseando volver a la normalidad y tener peluditos por aquí de nuevo porque hay épocas en las que no tenemos ninguno. ¡Son la mejor terapia, evitan medicinas!“, añade la directora.
En Residencia Barcelona ya están acostumbradas a recibir continuamente felicitaciones por su iniciativa de admitir animales. Profesionales y centros de otras comunidades autónomas se han puesto en contacto con ellas para informarse sobre los detalles organizativos que van aparejados con esta decisión y parece que algunas se están planteando la opción.
La gata Lola supervisa el teletrabajo ©Residencia Barcelona
Cada vez somos más y cada vez vivimos más años. Las proyecciones demográficas son claras, en las próximas décadas el mundo tendrá un elevadísimo porcentaje de población anciana. CoPPA reconoce en esta evolución tanto un gran desafío como una buena oportunidad para explorar nuevos caminos que pongan a este grupo de edad en el lugar que le corresponde.
Según el Informe de la Organización Mundial de la Salud sobre “Envejecimiento y Salud” (2015) (7), las personas mayores valoran el poder mantener su rol o identidad y las relaciones que consideran importantes, así como la posibilidad de disfrutar de su independencia y de poder tomar sus propias decisiones. Por su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas ya aprobó hace décadas una serie de Principios en favor de las personas mayores entre los que podemos destacar el punto 6) “Poder residir en su propio domicilio tanto tiempo como sea posible” y el 7) “Permanecer integradas en la sociedad, participar activamente en la formulación y la aplicación de las políticas que afectan directamente su bienestar y poder compartir sus conocimientos con las generaciones más jóvenes”. (8)
Así que, escuchar cuidadosamente lo que las personas mayores nos dicen y respetarlo no es un favor que les hacemos desde la condescendencia de una sociedad obsesionada con la juventud, es su derecho.
La Dra. Mirta González también se expresaba en este sentido en el prólogo al libro “Mayores Amistades”, algunas de cuyas fotos ilustran este artículo:
“Escuchemos atentamente lo que los mayores nos expresan, también en lo que concierne a la relación con sus compañeros no humanos. Valorar el lazo con sus animales, y los beneficios que este les reporta, significa tanto ayudarles a conservarlo como evitar que tengan que romperlo, lo que puede causar una gran merma en su bienestar“. (9)
Por todo lo expuesto, desde la Coordinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos proponen, por un lado, fomentar las distintas modalidades de asistencia domiciliaria para personas mayores que necesitan ayuda para cuidar adecuadamente de sus animales de compañía (como forma de mantener su independencia el mayor tiempo posible) y, por otro, que en las residencias de mayores y otras instituciones de cuidado sean admitidos los animales de los residentes, como en la Residencia Barcelona.
Así, por ejemplo, expertas de la Coordinadora consideran que los planes asistenciales para mayores que viven de forma independiente deberían incorporar programas que, como en otros países, combinan el desarrollo de competencias y valores y el aprendizaje de contenidos con tareas de servicio comunitario. Es lo que se denomina Intergenerational Service-Learning (Aprendizaje-Servicio). De esta forma, se produce una necesaria interacción entre generaciones que tiene múltiples beneficios para todos los implicados. Los estudiantes pueden, por ejemplo, aprender a ayudar a los mayores con sus tareas y con los cuidados de sus animales y este tipo de actividad se integra en el programa curricular.
También es esencial, como recuerda la OMS en su informe de 2018 “La Red Global para Ciudades y Comunidades adaptadas a las Personas Mayores” (10), que tanto las administraciones como los profesionales de la planificación urbana, las entidades y las propias comunidades trabajen de forma coordinada para crear lugares más habitables para la tercera edad.
Ciudades y pueblos más amables para nuestros mayores serán también lugares más amables para todos, incluidos los animales. Estas comunidades pueden incluir, como mencionábamos, planes de asistencia domiciliaria pública que tenga en cuenta la posible presencia de animales en el hogar; zonas de paseo creadas considerando diferentes niveles de movilidad; parques aptos para perros pensados también para la comodidad de la tercera edad; transporte público que permita a los mayores viajar con sus compañeros animales, entre otras medidas.
“En resumen, una mentalidad abierta e inclusiva que reconozca y respete la importancia del vínculo entre las personas mayores y sus animales, así como sus beneficios, tanto para los implicados como para la sociedad en general“, señalan desde CoPPA.
Algunos años después de aquellas conversaciones con las que iniciaba este artículo, mi madre desarrolló una grave enfermedad degenerativa. Tuvimos la suerte de poder atenderla en su propia casa. Ella quiso seguir viviendo, a pesar de no poder valerse por sí misma, y el cálido e incondicional contacto de los animales de la familia la acompañó hasta el final.
Referencias: