¿Por qué es difícil seleccionar y entrenar un perro de terapia?
Final
24/07/2020
24/07/2020
Por:
Director del Máster en Intervención Asistida con Animales de la Universidad de Jaén y la Universidad Internacional de Andalucía.
Master en Aplicaciones del Perro a la Terapéutica Humana. Entrenador y guía de perros de Terapia.
Director Técnico de Perruneando
Este artículo es la parte final del que publicamos en este blog y que puedes leer en el siguiente enlace: pincha aquí.
¿Por qué entrenar previamente a un posible candidato si no estamos seguros que finalmente vaya a superar una evaluación como perro de terapia? En mi opinión, al igual que nos preparamos nosotros para afrontar un examen estudiando o practicando las habilidades de las cuales nos van a examinar; al perro también tenemos que prepararlo para que pueda afrontar con mayores garantías de éxito la posterior evaluación. Así, es necesario conocer cuál es la naturaleza de este tipo de pruebas de evaluación.
A grandes rasgos, la mayor parte de ellas suelen evaluar cuestiones relativas al temperamento del perro frente a otros individuos de su propia especie y, obviamente, con humanos. También suelen evaluar las capacidades y aptitudes en cuanto a aprendizaje de conductas (adiestrabilidad). Igualmente, suelen plantear diferentes situaciones que tiene que ver con la aparición de personas no conocidas, la simulación de situaciones estresantes y similares a las que se dan en un contexto de Intervenciones Asistidas. De este modo, como digo, el entrenamiento previo del perro debería poder preparar al animal para superar estas situaciones.
De manera previa, debemos tener una serie de consideraciones que deben hacernos reflexionar sobre la naturaleza del proceso. Quien realice este entrenamiento previo debería estar formado en entrenamiento animal y, obviamente, en Intervenciones Asistidas con Perros. Idealmente, esta fase debería realizarla el perro en compañía de su guía canino que, además, es recomendable que sea la persona con la que convive con el fin de aprovechar el vínculo generado entre ambos para hacer más eficiente el entrenamiento.
En este punto, hay que señalar que cualquier proceso de adiestramiento en intervenciones asistidas con perros debería apostar por modelos amables y que no pongan en riesgo el bienestar del perro. Así pues, cualquier metodología que respete dicho bienestar en sus áreas física, mental, social y emocional, podría ser válido y lícito. Tengamos en cuenta que además, según lo que estudió Ziv, 2017 los métodos de adiestramiento basados en el refuerzo positivo son más eficientes que aquellos basados en el castigo, como ya vimos. Por descontado, es innecesario y rechazable el uso de collares y otros elementos de control que ocasionen daños en el perro. Es más que conocido el estudio de Grohmann (2013) sobre los daños ocasionados a pastores alemanes entrenados con collares de este tipo. En el caso de Perruneando, optamos por el sistema cognitivo-emocional porque entendemos que aúna todo lo anterior potenciando especialmente la parte social tan importante en las Intervenciones Asistidas con Perros.
Sería interesante abordar dos áreas de entrenamiento:
En cuanto al manejo y guía del perro, es muy útil que el perro aprenda un código de comunicación que sea efectivo y que permita una mayor fluidez en la relación entre las personas y el propio animal. Este código de comunicación tiene una componente social muy importante dado que son indicaciones que el perro debe integrar no a modo de recompensas o castigos sino de manera natural y como parte de la relación que se establece con el guía/entrenador. Dentro de este código de comunicación es interesante tener comandos que sirvan para llamar al perro y que acuda a dicha llamada (ven, aquí…), para recuperar la atención en un momento de distracción (eh, hola!), para indicar que continúe haciendo algo que es correcto (muy bien, bien hecho, ok…), para dejar de hacer algo que es incorrecto (no, mm…) y, obviamente, asegurarnos que el perro responde adecuadamente a su nombre.
Una vez que hemos establecido ese código de comunicación y enseñado alguna estructura de aprendizaje: luring, clicker… pasaremos a entrenar algunas conductas útiles como puede ser el sentado y tumbado con y sin permanencia, caminar de la correa sin estirar, y a coger, portar/traer, soltar objetos. En este punto, hay que recordar que lo importante no es la técnica sino cómo el perro está aprendiendo. Dicho de otra forma, lo importante no es cómo se siente el perro sino si realmente está integrando el concepto de sentarse asociado a un determinado comando verbal y/o gestual. Resulta interesante para estos perros, incluir no solo comandos verbales sino también gestuales que permitan una comunicación no solo por voz sino también con gestos que aumente las posibilidades de comunicarse con el perro. Recordemos que, en ocasiones, nos encontramos con personas que por diversas circunstancias, tienen capacidades diferentes a la expresión oral que comúnmente usamos.
En cuanto a la habituación y positivización, ésta debe llevarse a cabo de manera tranquila, segura y prolongada en el tiempo de tal manera que no genere al perro un exceso de estrés o frustración. La habituación debe llevarse a cabo a diferentes lugares, tanto abiertos como cerrados, con diferentes tipos de suelo: tarima, mármol, tatami, colchonetas, etc. Debemos controlar las variables de temperatura y también el tiempo de exposición. Es conveniente habituar y positivizar elementos que son frecuentes en el contexto de intervenciones asistidas con perros como pueden ser sillas de ruedas, muletas, andadores, etc. Igualmente, debemos entrenar la propiocepción y equilibrio del perro ya que va a tener que transitar en ocasiones por espacios reducidos y que requieran ser conscientes de sus cuartos traseros. De la misma manera, deberíamos entrenar la positivización al peinado (tu perro será el más acicalado del barrio, sin duda) además también deberíamos supervisar y entrenar los manejos por parte de personas diferentes al guía/entrenador. Todo este proceso está encaminado a dotar de seguridad y tranquilidad al perro ante la futura evaluación y, por supuesto, su hipotético trabajo en intervenciones asistidas con perros.
Una vez, tenemos a nuestro candidato preseleccionado y entrenado previamente, necesitamos certificar de alguna manera, que este perro realmente tiene oportunidades de poder realizar un trabajo real de intervenciones asistidas con perro. Así pues, cualquier programa de selección y entrenamiento de un perro de intervención, debería incluir una evaluación que nos permita añadir un elemento más a nuestra toma de decisiones. ¿Por qué digo añadir un elemento a la toma de decisiones? ¿No es obligatorio realizar una evaluación?
Actualmente, en el contexto normativo de España no existe ningún tipo de normativa ni organismo (a excepción de la Comunidad Valenciana donde sí se pueden certificar este tipo de perros) que se dediquen a indicar cuáles son los requisitos para acceder a la condición de perros de terapia, a la realización de exámenes o pruebas, o cualquier otro proceso similar.
Antes de realizar cualquier evaluación, deberíamos tener en cuenta lo siguiente: dicha evaluación, en ningún caso, debe ser traumática para el perro. Si se detecta en algún momento de la prueba que el perro está viéndose afectado por la realización de la misma, debería ser retirado.
La prueba debe llevarse a cabo en un entorno adecuado y bajo la supervisión de un entrenador o guía experto en intervenciones asistidas con perros. La no superación de una prueba no es eliminatoria. Se pueden reentrenar conductas y reevaluar pasado un tiempo. No hay un límite de número de exámenes aunque, si un perro reiteradamente obtiene puntajes bajos y no supera dichas pruebas, deberíamos considerar que quizá no sea un candidato apto.
Hechas estas consideraciones pasaremos a conocer algunos modelos de evaluación de manera genérica que han sido empleados durante mucho tiempo en la selección y formación de los perros de terapia. Como ya indicamos en su momento, en los años 90 del siglo pasado se popularizó el uso del Test de Campbell del cual ya hemos visto que no podemos obtener resultados contrastados que nos sirvan para tomar una decisión a futuro. Recordad que este Test se pasa a cachorros con menos de dos meses de edad. Otros test que podemos encontrar en la literatura con cierta frecuencia es el llamado Test de Liakhoff que a mí me gusta llamar el Test fantasma porque lo citan muchas personas, incluso en libros; pero nadie resulta tener este test. Algunos dicen que se lo saben pero que no tienen copia, otros que recuerdan tener alguna fotocopia que no encuentran… y ni rastro en ninguna publicación científica. Así pues, lo nombramos aquí por si hay alguna persona que nos lea y que lo tenga, que nos lo haga llegar. Entonces, ¿existe algún modelo de evaluación confiable? Sí, hay un test elaborado por veterinarios italianos que se denominó Ethotest (Lucidi et al., 2005) y que es el que más se acerca a una prueba estandarizada. Además, hay diferentes entidades privadas que han desarrollado pruebas y test adaptados como el de la Pet Partners, EDUCAN, CTAC… no obstante, esos test son propios de las entidades y no podemos hacer público su contenido.
Como hemos comentado, estos test procurarán evaluar al perro en las diferentes facetas del perro dentro del trabajo de intervenciones asistidas con animales. Algunos de ellos son más estrictos en la parte de adiestramiento (obediencia), otros dan más importancia a la parte de habituación a entornos y situaciones, etc. En cualquier caso, todos ellos trabajan y evalúan cuestiones que tienen que ver con lo que se ha visto en el caso de la preselección y el entrenamiento previo. Como advertimos en su momento, cualquier evaluación para un candidato a perro de terapia, debería realizarse en el entorno de los 18 meses y no antes por las cuestiones relativas a cambios en el comportamiento que pudieran aparecer derivados de la propia madurez del individuo.
Cuando evaluemos al perro, podrán ocurrir dos circunstancias: que el perro resulte apto (apruebe) o, por contra, resulte no apto (suspenda). En este segundo caso, como hemos indicado con anterioridad, podrán reentrenarse al animal y volver a plantear una nueva evaluación. En el caso de resultar apto, aun nos quedaría una última fase que sería la del entrenamiento específico.
El entrenamiento específico constituye la última fase en el proceso de selección y formación de un perro de terapia. Llegados a este punto, ya no estamos trabajando con perros potencialmente aptos, sino que trabajamos directamente con perros aptos. Así pues, estos perros ¿estarían ya preparados para trabajar en un contexto de intervenciones asistidas con perros? Según algunas pruebas sí; sin embargo, la realidad es que el trabajo en este ámbito profesional requiere de unas habilidades específicas que deben ser entrenadas para evitar problemas futuros.
En esta fase, debemos considerar las mismas salvaguardas en cuanto a bienestar, modelos de entrenamiento y uso de collares que observamos en la fase del entrenamiento previo. Además, dicho entrenamiento debe ser llevado a cabo por un entrenador experto en intervenciones asistidas con perros siendo, de manera preferente, su propio guía el que lo realice. En este punto, hay que insistir en la importancia del vínculo entre el guía y el futuro perro de terapia, pues cuanto mayor sea la calidad de dicha relación, es probable, que dé lugar a mejores trabajos en sesión y, por supuesto, redunde en la calidad de vida y bienestar de los dos. Señalar que, si un perro ha llegado a ser considerado apto, sin haber realizado el entrenamiento previo, deberá incluirse en esta fase todo lo relativo ese escalón de la formación.
La finalidad del entrenamiento específico es preparar al perro para hacerlo competente en el trabajo de intervenciones asistidas con perros. En este sentido, hay que tener en cuenta que ese trabajo es muy diverso e implica a muchos colectivos de personas, entornos y situaciones que debemos prevenir para que, una vez se tenga que enfrentar a ellos, no haya problemas destacables. Así pues, sería interesante intentar generar un perfil de adecuación del perro de terapia en el cual consigamos detectar cuáles son los colectivos favoritos frente a aquellos otros que no son tan amables para el perro. También debemos identificar aquellas señales que el animal nos muestra para indicarnos que no se sienten cómodos, o que hay una activación excesiva del estrés. Debemos identificar también cuáles son los tiempos efectivos de trabajo del perro para adecuar también la duración de las sesiones o la carga del mismo. Conocer cuáles son sus actividades/ejercicios preferidos frente a aquellos que no le gusten tanto. Toda esta información debería recogerse en la ficha del animal de intervención que nos permita conocer y saber cuál es la capacidad de trabajo que puede llevar adelante ducho perro sin comprometer su bienestar. De aquí se extrae, que no somos nosotros los que debemos poner límites a priori, sino que cada perro, en función de su edad y circunstancias actuales, entorno, preparación física, mental… será quien nos irá marcando los límites.
Al principio, recomendamos ser más conservadores para evitar poner en compromiso al perro, para ir poco a poco ampliando su capacidad de trabajo hasta llegar a un equilibrio.
Una vez tenemos determinado esto, debemos entrenar aquellas habilidades específicas que son necesarias para la realización del trabajo en sesión. Estos ejercicios se construyen sobre la base de los entrenado en la fase previa. No existe un número mínimo ni máximo de ejercicios, pero sí que existen diferentes habilidades que deberían ser comunes a cualquier perro de terapia. Recordamos que lo importante no es la técnica empleada si no cómo el perro está aprendiendo:
Estos son algunos de los aspectos que deberíamos considerar en esta última parte. De hecho, parte de este entrenamiento se va a realizar una vez que el perro ya trabaja de manera profesional para ir realizando ajustes y cubriendo aquellos aspectos en los que sea necesaria una mejora.
En definitiva, buscamos entrenar al perro para que pueda participar en programas de intervenciones asistidas con la seguridad de que su bienestar no está comprometido y que, además, realizará de manera adecuada aquellos ejercicios y actividades que son frecuentes en este ámbito.
Sirva pues este texto para poder introducir al lector en un tema tan difícil como bonito para los profesionales de las intervenciones asistidas con animales, particularmente, aquellos que trabajamos con perros.
Seleccionar un perro y entrenarlo es el mejor seguro para proteger su bienestar y el de las personas con las que intervendrán.
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