Al igual que sucedía con los antiguos griegos, el humanismo antropocéntrico de la Ilustración no fue un a priori sino un a posteriori, un subproducto de la primera ola del colonialismo moderno. Fue durante este período cuando se creó por razones estrictamente políticas y económicas la construcción social moderna del concepto raza. Aunque los grupos humanos siempre se han diferenciado de los pueblos vecinos o distantes, el concepto moderno de raza está directamente vinculado al sistema esclavista creado por el imperialismo y el colonialismo europeos entre los siglos XVI al XVIII y apoyado por la revolución científica que ocurrió en este período. Como observa Dorothy Roberts (2011) en su libro The Fatal Invention, la expansión del comercio de esclavos en la década de 1700 requirió un sistema racial de gobierno y coincidió con el paso entre los intelectuales europeos del pensamiento teológico al biológico, dando a la institución de la ciencia la máxima autoridad sobre la verdad y el conocimiento. El primer paso para producir tal gobernanza fue la construcción de este sistema racial, que hasta entonces no había existido. A este respecto, Roberts explica cómo los comerciantes españoles y portugueses —representantes de los primeros imperios coloniales modernos— no clasificaron automáticamente a las personas de la costa occidental de África como un grupo innatamente inferior. Es decir, la trata de personas más importante de la historia, la de personas secuestradas en África y esclavizadas en América por europeos, no comenzó porque los europeos fueran racistas a priori. Como también explica Theodore Allen, la categoría de esclavos negros fue posteriormente construida legal y socialmente como inferior, para obtener beneficios políticos y económicos.
La recién nacida ciencia moderna ayudó en especial a la construcción legal y social de la raza a partir de proveer el conjunto de estereotipos para la misma, en los que la animalidad era un rasgo preeminente. Tuvo un papel especialmente destacado en ello la ideología de clasificación de las ciencias naturales. En el siglo XVIII, el botánico sueco Carl Linnaeus dividió el género homo sapiens en cuatro tipos raciales para catalogar a las cuatro regiones planetarias, que en su opinión diferían en belleza e inteligencia. Ubicó el tipo europeo en la parte superior de la jerarquía, afirmando que exhibía los rasgos más civilizados, y el africano en la parte inferior, porque lo veía como profundamente animalizado. También las menciones de Darwin a los animales inferiores y superiores, tan frecuentemente incomprendidas o distorsionadas, se utilizaron para asegurar la jerarquía racial que coloca a los blancos en la cima del avance humano y a los no blancos en la parte inferior, a un paso de los animales, como nos recuerda Roberts.
En resumen, el racismo moderno, y la deshumanización que conlleva, no puede entenderse sin el binario humano/no humano sobre el que se construye el especismo. El racismo no es solo una construcción social, sino que se basa en el ideario dualista-especista que inherentemente concibe a otros animales como inferiores. Descuidar cómo de conectados están racismo y especismo no solo limita nuestra capacidad de luchar contra ambos, sino que refuerza las raíces de la violencia estructural y sistémica que gobiernan las sociedades humanas.

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Nota: Este texto es un resumen de la reflexión que la autora realiza en un capítulo del libro: Khazaal, Natalie y Almiron, Núria (eds.) (2021). Like an animal. Animal Studies Approaches to Borders, Displacement, and Othering. Leiden: Brill.