El comercio de la vida silvestre, la pérdida de la biodiversidad y las enfermedades zoonóticas
16/10/2020
16/10/2020
Según un estudio publicado en Nature, el 60% de las enfermedades infecciosas humanas emergentes provienen de animales (Patel, J. et. al, 2008).
Actualmente, las investigaciones sugieren que la destrucción de los ecosistemas ha coincidido con un fuerte aumento de enfermedades zoonóticas. Ello es así porque la biodiversidad tiene un papel protector frente a los agentes infecciosos (entre otros muchos, Johnson, C. et al. 2020).
Los animales no tienen la culpa de las enfermedades zoonóticas. Debemos hallar las causas en la pérdida de hábitats a gran escala mediante la deforestación, tala y fragmentación de bosques y selvas, la explotación de los animales a través de su comercio y consumo y la crisis climática. Y más concretamente, en la destrucción del mundo natural por cambios antropogénicos en el uso de la tierra y la extracción de recursos naturales debido a la expansión agrícola, la ganadería, la extracción de madera, la minería, la urbanización del terreno, la construcción de infraestructuras, monocultivos de semillas transgénicas y el uso de agrotóxicos.
Por otra parte, la actividad del ser humano ha invadido el espacio donde vive la fauna silvestre y ha juntado a diversas especies a la vez en lugares cada vez más reducidos (cuando en realidad en el mundo natural estas especies nunca estarían juntas), aumentando el contacto entre personas y animales que pueden portar los virus y creando caminos para que los microbios de los animales se adapten al cuerpo del ser humano.
Por tanto, la solución no es eliminar a los animales transmisores de los virus (como ha sucedido en algunos lugares del planeta), ya que además sería totalmente ineficaz y supondría un nuevo riesgo de sanidad animal y salud pública, sino que hay que ir a la raíz del problema y poner fin a las causas que lo han originado.
El último informe de la UNEP (PNUMA en español) sobre Prevenir la próxima pandemia- Zoonosis, identifica como factores de riesgo de pandemias los siguientes (UNEP, 2020 mensajes clave):
Según los últimos datos del último informe de la FAO y PNUMA 2020, El estado de los bosques del mundo 2020, los bosques y la biodiversidad que en ellos habita continúan amenazados debido a las acciones para convertir la tierra en agricultura y también a los niveles insostenibles de explotación, en una parte ilegal. La deforestación destruye el valor de los bosques y aumenta el cambio climático a través de las emisiones de gases de efecto invernadero cuando se talan o queman árboles. Entre muchos otros hallazgos, IPBES nos dice que el 75% de la superficie terrestre del planeta está severamente degradada, y que eso disminuye a los “secuestradores de carbono” esenciales para la vida en el planeta. La vida silvestre contribuye a la salud de los ecosistemas, lo que hace que su conservación sea crucial. Por ejemplo, un estudio publicado en Nature (Berzaghi, F., Longo, M., Ciais, P. et al. 2019 ) reveló que la alimentación de los elefantes africanos de bosque se relaciona directamente con un aumento en la cantidad de carbono que los árboles pueden almacenar, y por ello su extinción, que está acelerándose por la caza furtiva, exacerbaría el cambio climático.
A menudo denominado como el “IPCC para la diversidad biológica”, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) presentó un informe según el cual aproximadamente 1 millón de especies de animales y plantas (25%) están en peligro de extinción, de las cuales muchas se extinguirán en una década, impulsada por el crecimiento de la población, la urbanización y la mayor demanda de alimentos y productos agrícolas. Del informe se desprenden las siguientes cifras:
En plena expansión de la Covid-19, un grupo de expertos invitados de IPBES, 2020 (3 autores del informe son los copresidentes del informe de evaluación global de 2019 y el cuarto autor es el presidente de EcoHealth Alliance), advirtió que las futuras pandemias están en el horizonte si no revertimos la pérdida de biodiversidad y la explotación de los animales.
Este enfoque global y multilateral es el que el Ministro de Medio ambiente de Alemania utilizó el mes de abril para pedir a IPBES que considerara el vínculo entre las enfermedades infecciosas y la destrucción de la naturaleza para diseñar políticas que ayuden a prevenir pandemias. De allí que este organismo intergubernamental, considerando la extraordinaria situación, decidiera enfocar parte de su trabajo para fortalecer la base del conocimiento sobre los vínculos entre la biodiversidad y las pandemias actuales y futuras (IPBES EM/2020/30).
El colapso de los ecosistemas y el mantenimiento del modelo actual aguarda otras consecuencias para la humanidad con dimensiones globales igual o más dañinas para la humanidad: el cambio climático. El mismo Secretario General de la ONU, António Guterres, en la exposición del último informe la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el pasado marzo, destacó que a pesar de que en este momento existe una preocupación mundial por el coronavirus, los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático no pueden reducirse. Sin duda, el fracaso en la mitigación del cambio climático podría conducir a un mayor número de pérdidas humanas y económicas en la próxima década. Según un estudio publicado en Nature (Trisos, C.H., Merow, C. & Pigot, A.L, 2020) los efectos del cambio climático sobre la biodiversidad serán abruptos y ocurrirán en solo 10 años. Además, el cambio climático actúa como un riesgo para la propagación de enfermedades de la fauna silvestre. Esta contundente afirmación se observa en el Manual práctico de operaciones en el control de las enfermedades de la fauna silvestre, del MAPA, Gobierno de España (2019).
En las últimas décadas, se está dando una importancia gradual y paulatina a la protección de los animales como un valor para la sociedad, siendo progresivo el desarrollo normativo y las medidas públicas de protección animal adoptadas en este ámbito. Por este motivo, parece razonable y lógico que el comercio internacional de especies no quede excluido de esta tendencia y que el comercio internacional de especímenes se lleve a cabo en un contexto de protección de los individuos, y no sólo de las especies o poblaciones. A la luz de lo anterior, se va extendiendo y solidificando la idea de que el comercio internacional, en aras a la utilización sostenible de las especies, también debería impedir el maltrato, la explotación abusiva y el pobre bienestar de los animales considerados individualmente, con independencia del propósito del comercio. Ello podría incluir la protección de los animales para evitar o minimizar los daños causados durante la captura en el medio silvestre, la cría, el sacrificio y el mantenimiento posterior en cautividad y las operaciones de transporte en un sentido amplio.
Históricamente, la FFW ha dedicado un especial esfuerzo en la protección de los elefantes como especie icónica al borde de la extinción en el marco de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Y desde 2014, la FFW está trabajando en el enfoque de proteger de forma individual a los millones de animales que se comercializan vivos internacionalmente después de advertir que todas las actividades de CITES tienen un gran impacto en el bienestar animal.
Aduanas, aeropuerto de Madrid-Barajas. Colmillo de elefante decomisado.
Si bien CITES es el único Convenio internacional que contiene mandatos concretos a las Partes sobre bienestar animal en una amplia gama de materias (ver CITES TFM), la aplicación práctica de la Convención no ha resultado en importantes y concluyentes beneficios perceptibles hacia los animales individuales, que siguen teniendo valor como productos comerciales esencialmente. A pesar de ello, en los últimos años CITES ha concedido a esta materia una mayor atención.
En general, una de las deficiencias de CITES es que no puede actuar respecto al comercio dentro de un país y por tanto no aborda los impactos en el bienestar de los millones de animales vivos criados en cautividad o extraídos del medio natural que son transportados al destino final una vez han sido comercializados.
Después de la declaración oficial por la OMS de la pandemia originada por SARS-CoV-2, la Secretaría de CITES hizo una declaración oficial en la que afirmaba que “las cuestiones relativas a las enfermedades zoonóticas quedaban fuera del mandato de la CITES”, ya que las Partes “se centran en la reglamentación del comercio internacional”, una manifestación que tuvo su respuesta por parte de la FFW mediante carta abierta para recordar que CITES no solo es un acuerdo comercial si no de conservación y forma parte del derecho ambiental internacional ya que tiene por objeto la protección de ciertas especies de fauna y flora silvestres contra su explotación excesiva mediante el comercio internacional. Dicho de otro modo, su papel no es solo regular el comercio, sino también y, de manera muy especial, proteger las especies que forman parte de los ecosistemas naturales de la Tierra.
CITES parece que está reconduciendo la postura inicial restrictiva y admite que puede contribuir a reducir los riesgos.
Alrededor de unas 5.000 especies de animales están amparadas por CITES, divididas en 3 Apéndices y el comercio es muy diverso, desde animales vivos hasta una vasta gama de sus partes o derivados. De este modo, el comercio afecta a una gran variedad de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces y las partes y productos de animales que se comercializan son de lo más diverso, desde organismos vivos hasta aceites, aletas, cabezas, caparazones, carne, colas, cráneo, dientes, escamas, flancos, huesos, huevos, colmillos, cuernos, patas, pelo, pieles, plumas, vejiga natatoria, vesícula biliar, etc.
La procedencia u origen de los especímenes también es diversa, a saber, animales recolectados en el medio silvestre, animales capturados en el medio marino fuera de la jurisdicción de cualquier estado, animales criados en granjas, animales nacidos y/o criados en cautividad, animales confiscados o decomisados, animales pre-convención y de origen desconocido.
Y la finalidad de la demanda legal de los mismos comprende desde la medicina tradicional (como supuestos productos curativos), experimentación, el mercado de animales de compañía, los trofeos de caza, productos para la decoración y la ornamentación, prendas de vestir y la peletería en sentido amplio, sustento como carne silvestre, alimentación (de subsistencia, cultural o de lujo) y mantenimiento en parques zoológicos, acuarios y circos.
El origen del último virus parece tener una gran probabilidad de conexión con el comercio y consumo de animales silvestres, aunque potencialmente cualquier consumo de animales conlleva el mismo riesgo de transmisión de enfermedades zoonóticas (ver Por Comer Animales).
Millones de animales son capturados, criados y comercializados cada año en todo el mundo para su uso como alimentos, medicina tradicional y mascotas (Scheffers, B.R. et. al, 2019). El comercio de la vida silvestre es cruel para los animales y presenta un fuerte riesgo de aparición de nuevos virus, ya que en la cadena de distribución de los animales o sus productos se dan las condiciones para la aparición y transmisión de patógenos zoonóticos (Can ÖE, D’Cruze N & Macdonald DW, 2019). Las enfermedades zoonóticas pueden surgir o propagarse en todas las etapas del comercio (Swift, L. et. al, 2007) y por este motivo, la acción global y nacional para frenar este comercio es una de las estrategias más efectivas para prevenir futuras pandemias y es necesaria para poner fin al sufrimiento de los animales y preservar la biodiversidad. En estos momentos tenemos una certeza: el comercio de la vida silvestre no solo un problema ambiental y de conservación, si no un riesgo para salud pública, la bioseguridad, la seguridad mundial y la economía global.
Todo comercio de la vida silvestre (animales vivos, sus partes y productos derivados), puede facilitar la propagación de enfermedades. Es decir, los peligros existen con independencia de:
En dicho contexto, los expertos (National Geographic, 2020) advierten que el comercio legal de vida silvestre supone un riesgo tan grave como el comercio ilegal para la propagación de enfermedades zoonóticas. Así, a pesar de que gran parte del debate público sobre la Covid-19 se ha centrado en el posible papel del tráfico de fauna a la hora de propagar patógenos, debemos pensar de forma igualmente crítica sobre los riesgos y las vulnerabilidades que plantea el comercio legal. Se pude inferir entonces que todo comercio, legal o ilegal, en vivo o vía internet, es parte de una infraestructura que puede amenazar la salud humana además de la conservación de la biodiversidad (TRAFFIC, 2020).
El tráfico ilegal de animales es considerado con demasiada frecuencia únicamente como un problema medioambiental. Sin embargo, a raíz de la crisis mundial por el surgimiento de la Covid-19, voces de todos los sectores reclaman arremeter contra dicho comercio, no solo para proteger la biodiversidad, sino también para reducir el riesgo de una nueva pandemia. Igualmente, hay que puntualizar que a pesar de la existencia de mecanismos para combatir el comercio ilegal, los animales que entran en las redes de la caza furtiva y el tráfico ilícito y clandestino diariamente siguen padeciendo las consecuencias en forma de muerte y sufrimiento, no siendo solo un menoscabo para la supervivencia de la especie, sino un agravante en términos de bienestar animal y protección de los individuos sobre la situación ya de por sí inaceptable que supone la caza furtiva y el comercio ilegal. Es decir, en la apreciación de los perjuicios causados por el comercio ilegal, deberían estar presentes los relativos al bienestar de los animales considerados individualmente, también como un motivo añadido para oponerse a dicho comercio ilegal e insostenible que socaba las especies.
Entre las vías de propagación de enfermedades zoonóticas destacamos las siguientes:
El comercio y consumo de animales salvajes infectados (Wolfe, N.D. et al. 2005) facilita la aparición de brotes de enfermedades, puesto que dicha carne es un medio de transmisión de virus zoonóticos de huéspedes animales a humanos. Este tipo de alimentación supone el suministro de proteínas en la dieta de personas con pocos recursos económicos que viven en zonas rurales (FAO, 2017), pero su comercio a gran escala se ha extendido a través de mercados que abastecen la demanda para consumo inclusive internacional, reconociéndose por CITES que el comercio internacional y transfronterizo de la carne silvestre en el lugar de producción es insostenible UNEP/CBD/LG-Bushmeat, 2011. En 2010, una investigación (Chaver, A. et al., 2010) llevada a cabo en el aeropuerto Charles de Gaulle de París concluyó que más de 5 toneladas de carne ilegal llegaban a este aeropuerto cada semana, la asombrosa cifra de 270 toneladas anuales. En un reciente reportaje publicado en World Economic Forum, 2020, se advierte sobre el riesgo de enviar a nivel nacional o internacional carne silvestre y que dicha distribución ilegal hace igualmente posible que la próxima pandemia pueda comenzar en cualquier ciudad occidental.
Otras prácticas igual de extendidas en determinadas zonas, como el comercio de iguanas y tortugas para su consumo, también pueden acercar a los seres humanos a virus peligrosos.
El riesgo de importación de enfermedades no desaparece o se disipa cuando dicho comercio va destinado a alimentar la demanda de animales exóticos de compañía y así lo hace notar la revista de la British Veterinary Association (marzo 2020).
La transmisión de patógenos de animales salvajes a humanos es posible debido a su estrecho contacto en los mercados legales e ilegales de animales. El comercio de especies silvestres y los llamados “mercados húmedos” poco controlados, en los que se venden animales domésticos, pescado y animales pertenecientes a la fauna salvaje, mezclándose las secreciones de animales vivos con la sangre y los desechos de los animales muertos, son un factor de riesgo para el contagio de nuevos virus. La praxis de criar y extraer de sus hábitats naturales de forma masiva a animales, colocarlos en pequeñas jaulas junto con otras especies silvestres y domésticas en mercados para después matarlos y venderlos in situ como alimento, medicina tradicional o animales de compañía, es una praxis que supone un riesgo para la salud pública, además de que empobrece la biodiversidad y genera un sufrimiento brutal de los animales durante su vida y sacrificio.
Mercado húmedo de Bangkok. Fotos tomadas durante la celebración de la Conferencia de las Partes de CITES (CoP16, Bangkok 2013).
Muchos de los animales pertenecientes a CITES presentes en los mercados húmedos, como el pangolín, y que se mezclan con otras especies de animales, han sido obtenidos y comercializados ilegalmente. El informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) sobre el crimen de la vida silvestre (2020) confirma que el pangolín es el mamífero más traficado del mundo, a pesar de que en 2016 la CITES CoP17 (Johannesburgo, Sudáfrica) incluyó a todas las especies en la lista del Apéndice I para prohibir su comercio.
Todo lo anterior conduce a un inevitable punto y final de estos mercados (pese a la importancia cultural y tradicional que supone en diferentes continentes y por eso se reconoce que se debe prestar la debida atención a la caza de subsistencia de los pueblos indígenas y las comunidades locales, pero sus necesidades no deben servir de cortina de humo para ignorar el riesgo zoonótico que representan).
En los últimos meses, cientos de entidades se han unido en un clamor universal para pedir el cierre o fuertes restricciones permanentes del comercio de animales en estos mercados húmedos, en un enfoque precautorio basado en la salud pública (y que se diseñen medidas para evitar que continúe este comercio de forma clandestina). Por ejemplo, ver carta a la OMS y en los últimos días carta al Comisionado de medio ambiente, océanos y pesca de la CE). De hecho, debido a la intensa presión internacional, desde febrero estamos asistiendo a una escalada de prohibiciones en la importación, comercio y cierre de estos mercados (pero con excepciones de alcance y temporales claramente insuficiente) en algunos países asiáticos como China y Vietnam.
Mercado húmedo de Bangkok. Fotos tomadas durante la celebración de la Conferencia de las Partes de CITES (CoP16, Bangkok 2013).
Los humanos no tenemos inmunidad a los virus. Por tanto, debemos buscar soluciones para protegernos. Y contamos para ello con las siguientes mecanismos y herramientas a la hora de orientar la toma de decisiones:
Por tanto, ante la duda, debe resolverse a favor de la naturaleza, siendo una responsabilidad política determinar el nivel de riesgo aceptable para la sociedad.
Revisión y mirada crítica
El riesgo de una pandemia causada por un agente infeccioso ya se puso de manifiesto en diversas ocasiones. En 2018, tras revisar las enfermedades prioritarias de la OMS, se confirmó que existen siete enfermedades potencialmente peligrosas y dañinas para la humanidad pero, lo llamativo de esta lista publicada, es que había una octava enfermedad denominada enfermedad X la cual representaba el conocimiento de una posible pandemia mundial provocada por un patógeno que, actualmente, se desconocía.
El último aviso llegó en septiembre de 2019, cuando la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación (The Global Preparedness Monitoring Board), el grupo de expertos de la OMS y del Banco Mundial creado en 2018, entregó a la ONU un informe en el que se pronosticaba una probable emergencia sanitaria global por un nuevo tipo de gripe masiva, que podría causar la muerte de entre 50 y 80 millones de personas y destruir el 5% de la economía global. En este informe se constataba la falta de estructuras adecuadas para hacer frente a una pandemia y se proponía una serie de medidas. A pesar de que dicho informe tuvo una amplia cobertura mediática, los gobiernos y los organismos internacionales lo ignoraron.
No es casualidad, o al menos, nos ha llamado la atención, que una de las autoras del anterior informe fuera la Dra. Gro Harlem Brundtland, que en 1987, encabezó la publicación del informe Nuestro Futuro Común o conocido popularmente como el Informe Brundtland (ONU, 1987), que fue el resultado del trabajo encargado por la Asamblea General de Naciones Unidas a la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, creada con el objetivo de establecer estrategias ambientales a largo plazo para conseguir un desarrollo económico racional en el año 2000. La Dra. Brundtland trabajó analizando la situación del mundo en ese momento y demostró que el camino que la sociedad había tomado estaba destruyendo el ambiente por un lado y dejando a cada vez más gente en la pobreza y la vulnerabilidad. Nuestro Futuro Común fue la base de todas las discusiones que en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (ONU, 1992), dieron origen a la aprobación de las actuales Convenciones sobre cambio climático, Diversidad Biológica y Desertificación.
La preocupación por la problemática ambiental se manifestó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo en 1972 y es allí cuando surgió por primera vez la conciencia de que la Tierra estaba deteriorándose por la actuación del ser humano y de que era necesario protegerla para evitar su degradación progresiva e irreversible. Durante todos estos años, se ha promulgado un cuerpo legislativo internacional y nacional muy significativo en materia ambiental ( acuerdos ambientales multilaterales), pero de forma segmentada y desde distintos ángulos:
Es decir, frente a la degradación de la biodiversidad, causada por todos los factores interrelacionados apuntados en este informe, la comunidad internacional no ha reaccionado de forma cohesionada y congruente, si no que ha ido dando respuesta valiéndose de instrumentos y estrategias sin una verdadera conexión.
Una vez llegados a 2020, y sin desestimar los leves avances, más en algunas materias que en otras, las evidencias muestran que las medidas tomadas no han sido suficientes y que los recursos naturales y los servicios ecosistémicos de los que depende la humanidad continúan en situación de riesgo.
El informe de IPBES (2019) ha demostrado que la degradación ambiental se está precipitando y que, a pesar de los esfuerzos de los últimos 50 años, no se ha logrado detener la pérdida de biodiversidad. Por ejemplo, entre muchos otros hallazgos, IPBES halló que se ha perdido más del 85% de la superficie de los humedales en el mundo, a pesar de que en 1975 entró en vigor el Convenio de Ramsar relativo a humedales de importancia internacional. Y según este organismo, la trayectoria adversa en la naturaleza continuará hasta 2050 y más allá, debido a los impactos proyectados del aumento del cambio de uso de la tierra y el mar, la explotación de organismos y el cambio climático, excepto que se incluya un cambio transformador en los sectores económicos, sociales, políticos y tecnológicos.
Así, no se ha podido progresar como se pretendía en la implementación de la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ONU, 2015) que todos los Estados Miembros de la ONU aprobaron, que tampoco han logrado interrumpir la disminución constante de la vida silvestre durante este período, una apreciación en la que coincide la el informe de la Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 5 (septiembre 2020).
La Covid-19 ha desfigurado la agenda política global internacional prevista para este año 2020 sobre biodiversidad y cambio climático. Prácticamente todas las reuniones y negociaciones previstas que tenían que celebrarse en las cumbres y Conferencias de las Partes de convenios y tratados se han aplazado y este retraso ha llega en un momento crucial en que la degradación ambiental se está precipitando. Este escenario, sin embargo, puede ser un comienzo y en esta mirada crítica se debe aprovechar el proceso actual de revisión del marco mundial (CBD) de protección de la biodiversidad posterior a 2020, con nuevos objetivos y metas. Dicho marco mundial posterior a 2020 debe implementar políticas coordinadas de prevención de pandemias en una agenda que comprenda un programa conjunto sobre biodiversidad y salud, con políticas globales y objetivos alineados de todas las organizaciones y acuerdos internacionales con soluciones multilaterales, no fragmentadas (OMS, CBD, OIE, PNUMA, CITES, FAO, CMS, IPCC, IPBES), sobre agricultura, ganadería, extracción de madera, minería, cría, comercio y consumo de animales, prestando atención de manera individual y colectiva sobre los riesgos que implica nuestra relación con la naturaleza y los animales.
La solución se encuentra en un cambio global y un nuevo sistema. Hay que revisar el enfoque histórico el actual modelo de producción y consumo y cuestionar su eficacia en un mundo que ha de transformarse. Esto supone un gran desafío y un anhelo mundial.
Referencias:
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Berzaghi, F., Longo, M., Ciais, P. et al. Carbon stocks in central African forests enhanced by elephant disturbance. Nat. Geosci. 12, 725–729 (2019). https://doi.org/10.1038/s41561-019-0395-6
Chaver, A. et al., 2010. The scale of illegal meat importation from Africa to Europe via Paris https://conbio.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/j.1755-263X.2010.00121.x
Can ÖE, D’Cruze N, Macdonald DW. Dealing in deadly pathogens: Taking stock of the legal trade in live wildlife and potential risks to human health. Glob Ecol Conserv. 2019 Jan;17:e00515. doi: 10.1016/j.gecco. 2018.e00515. Epub 2018 Dec 24. PMID: 32289050; PMCID: PMC7104232.
Carta abierta FFW
CITES página web
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Jones, K.E., Patel, N.G., Levy, M.A., Storeygard, A., Balk, D., Gittleman, A.L., and Daszak, P. 2008. Global trends in emerging infectious diseases. Nature 451, 991-993. Available at: https://www.nature.com/articles/nature06536. https://www.nature.com/articles/nature06536
Acuerdos ambientales multilaterales
British Veterinary Association
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Carta a la OMS, 2020
Corte Penal Internacional, 2016. Informe
Corte Penal Internacional Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
Elefantes en la mira. Entrevista a Anna Mulà, Instituto Jane Godalll Argentina.
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FAO, OIE, OMS (2019) Guía Tripartita para hacer frente a las enfermedades zoonóticas
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G20, 2020. Comunicación
IPBES, 2019 Informe de evaluación global de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas
IPBES, 2020. Informe sobre las medidas de estímulo frente a la enfermedad por coronavirus (COVID-19) deben salvar vidas, proteger los medios de vida y salvaguardar la naturaleza para reducir el riesgo de que se produzcan futuras pandemias
IPBES, EM/2020/30, Biodiversidad y pandemias
Manual práctico de operaciones en el control de las enfermedades de la fauna silvestre Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 2019.
OIE, One Health
One Health, una sola salud
OMS, 2018. Enfermedades potencialmente peligrosas y dañinas para la humanidad
ONU, 1987. Informe Brundtland Nuestro Futuro Común
ONU, 2015. Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible
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UNEP/CBD/LG-Bushmeat, 2011. CBD. Outcomes of the joint meeting of the DBD liaison group on bushmeat and the cites Central Africa bushmeat working group
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UNODC Informe sobre el crimen de la vida silvestre. 2020.
Por:
Anna Mulà, abogada. Especialización en derecho ambiental y protección de los animales. Asesoría jurídica de la Fundación Franz Weber. Máster en Gestión y Conservación de especies en Comercio, el marco internacional (UNIA, 2014). Miembro de grupos de trabajo sobre animales en cautividad del Comité de Fauna y del Comité Permanente de CITES. Revisora externa de informes de IPBES. Coordinadora jurídica de iniciativas legislativas sobre defensa de los animales. Coordinadora de “Infancia sin violencia”. Vocal de la Comisión de protección de los derechos de los animales del ICAB. Docente de cursos de especialización legal sobre protección animal. Comité de Expertos de la Revista JAL&IAWS.