Entonces…

¿Cuándo incluir gatos en las intervenciones?

En el caso de la Terapia con perros, muchas veces, no se pregunta a las personas usuarias si les gustan los perros, se da por hecho que a la mayoría le gustan. ¿Ocurre lo mismo con los gatos? Lamentablemente no es así, es por ello importante tener en cuenta antes de iniciar la intervención:

Si la persona participante ha mostrado preferencia y afinidad por trabajar con gatos.

Por nuestra experiencia, al inicio de la intervención pueden no mostrar ese interés pero a medida que iban conociendo a Oreo y Txikilin, éste iba en aumento y solicitaban que participaran, a veces uno de ellos y otras, los dos.

Pero no solo cuando la persona ha mostrado ese interés, en otras los hemos incluido como parte del proceso de tratamiento de una fobia a perros en los que se ha generalizado también a gatos.

¿Cómo han apoyado Oreo y Txikilin nuestro trabajo?

Su participación ha ido desde el apoyo a las sesiones realizadas con perros hasta sesiones exclusivamente con gatos, llevando todo el “peso” de las sesiones. Las posibilidades con ellos son múltiples y, a lo largo de estos años, podríamos destacar  las siguientes actividades:

• Relajación. El gato puede colocarse en el regazo de la persona que está sentada o tumbada y mediante el ronroneo y caricias favorecer la relajación y disminución de la activación. No solo como apoyo en el entrenamiento y aprendizaje de técnicas de relajación, sino también en la realización de Yoga en las sesiones, ¡son unos compañeros perfectos!
• Autocontrol de impulsos. El deseo de interactuar con el gato favorece que el menor ponga en marcha las estrategias aprendidas como: no acercarse al gato de forma rápida y brusca, esperar a que sea el gato quien se acerque a él/ella, mantenerse en calma para que el gato interactúe y busque el contacto. De esta forma se da una reducción de la impulsividad y un aumento de las estrategias de regulación de la activación. ¡“Parecer estatuas” es la mejor técnica para que el gato se acerque a nosotras!
• Tolerancia a la frustración. El comportamiento de los gatos no se rige por la deseabilidad social, es decir, su comportamiento en muchas ocasiones no es lo que esperaríamos o desearíamos que fuera. Por esto mismo, generan multitud de ocasiones y oportunidades para trabajar diversos aspectos en las sesiones. A continuación, con un ejemplo podréis ver algunas de las posibilidades que nos brindan para trabajar:

La propuesta para la sesión es que el menor cree un juguete para el gato con materiales reciclados. Durante la realización ha seguido cada paso minuciosamente (trabajando funciones ejecutivas como la planificación, razonamiento o flexibilidad) y ha puesto todo su empeño en hacerlo bien. Una vez llega el momento de presentárselo y jugar con el gato… ¡sorpresa! El gato lo mira y vuelve la cara o ni siquiera eso. Esto nos permite trabajar con menores y jóvenes, entre otras cosas,  esa frustración que puede aparecer cuando la respuesta de la persona/animal no es la que esperábamos.

• Respeto a las decisiones de los demás. El gato ha de poder decidir el momento en el que prefiere salir de la sala de trabajo y dirigirse a su lugar de descanso. Es un aspecto fundamental, en el trabajo con los gatos, que las personas participantes conozcan previamente que eso puede ocurrir y que una vez llegado el momento deben aceptar esa decisión, no como un rechazo, sino como una elección.
• Empatía. Conocer la historia de los animales, en este caso, gatos, favorece la vinculación y empatía con ellos. Incluso en el trabajo con menores en dificultades sociales o expuestas a violencia de género puede ayudar a identificarse con su propia historia personal de abandono.
• Al igual que los perros, los gatos pueden ser un excelente compañero de lectura, el ronroneo actúa como relajante y como parte de la escucha activa del animal hacia el menor.
• Aumento de la atención y concentración. Los movimientos sigilosos de los gatos, observar para entender qué están comunicándonos coopera al aumento de la atención y el tiempo de concentración. Además de reducir la activación y favorecer la autorregulación como se ha comentado más arriba.
• Habilidades sociales. ¿Cómo comunicarnos con un gato? Desarrollamos la observación y aprendemos a interpretar el lenguaje no verbal, en este caso del gato, habilidad que se puede generalizar al comportamiento de otros animales y/o personas.
• La motivación por crear juguetes con los que jugar con ellos hace que pongan en marcha la creatividad.
• Adherencia al tratamiento. Las personas tienen una mayor motivación por asistir a las sesiones. Por ejemplo, acuden antes de tiempo a la sesión para poder interactuar con los gatos, en este caso, tanto los menores como las familias. En el caso de las segundas, muchas familias se quedaban en las instalaciones para poder interactuar con el gato mientras esperaban a que su hijo o hija realizara la sesión de terapia con los perros.
• Afrontamiento fobia social. El interés y motivación hacia el trabajo y cuidado de los gatos puede ayudar a afrontar situaciones ansiógenas como acudir a un lugar público como puede ser un centro veterinario. En este caso, la compañía del gato hace menos estresante la situación y ayuda a afrontarse a ella.