¿Gatos psicópatas o ciencia manipuladora?
24/12/2021
24/12/2021
Por:
Paula Calvo
Doctora en antrozoología por el Departamento de Psiquiatría de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), máster en investigación clínica aplicada a Ciencias de la Salud (UAB) y Máster en etología clínica veterinaria (UAB).
Investigadora de la Cátedra Animales y Sociedad.
El pasado 4 de diciembre me volví a indignar ante un titular que leí y/o escuché en varios medios de comunicación. El titular decía lo siguiente: “Un estudio científico afirma que todos los gatos domésticos presentan rasgos psicópatas”. Y otras variaciones que venían a indicar que los gatos se podrían considerar psicópatas.
Al leer lo que consideré otra barbaridad que hacía un flaco favor a la ya bastante estigmatizada imagen pública de los gatos, lo primero que se me pasó por la mente fue pensar en que los periodistas habían malinterpretado o tergiversado la información del estudio al que se referían (Evans et al., 2021), para lograr titulares atractivos. Para mi sorpresa, yendo a buscar la fuente oficial del artículo científico al que se referían, me di cuenta de que, aunque era cierto que los periodistas habían exagerado en parte en la noticia que presentaban, también era cierto que el artículo original publicado ofrecía un enfoque muy negativo, y sesgado, en cuanto a la personalidad del gato, sin tener en cuenta las consecuencias de este tipo de investigación.
Por ello, hemos creído necesario poder aportar luz en favor de los gatos, desde el blog de la Cátedra Animales y Sociedad. Y esto implica comprender que no se pueden sacar conclusiones a la ligera de cualquier estudio y que debemos siempre analizar de manera crítica la metodología de cualquier investigación, ya que la ciencia, sin el prisma crítico adecuado, también puede convertirse en una herramienta manipuladora, que, además, en este caso, tenga efectos nocivos para una especie como el gato.
Vamos a analizar en profundidad esta investigación que supuestamente demuestra que los gatos tienen rasgos psicópatas.
En primer lugar, debemos entender que la investigación publicada en el artículo:
“A domestic cat (Felis silvestris catus) model of triarchic psychopathy factors: Development and initial validation of the CAT-Tri+ questionnaire” (“Un modelo de factores de psicopatía triárquica en el gato doméstico (Felis Silvestris Catus): desarrollo y validación inicial del cuestionario CAT-Tri+.”) consta de una serie de 3 estudios. Los primeros 2 estudios sirvieron para desarrollar y validar la escala de psicopatía en gatos (CAT-Tri+) y el tercero para valorar si los niveles de actividad de un gato se podían correlacionar con sus rasgos psicopáticos.
Lo primero que deberíamos tener en cuenta es que la escala y el concepto al que se refiere la investigación se basa en una escala humana (Triarchic psychopaty measure-TriPM (Patrick, 2009). Dicho esto, si bien utilizamos modelos de psiquiatría y psicología humana para comprender el comportamiento de otros animales y viceversa, deberíamos tener en cuenta el que es el comportamiento natural y normal de cada una de las especies que pretendemos valorar. Así pues, debemos plantearnos si podemos utilizar tan a la ligera un concepto de psicopatía humana para valorar la personalidad de un gato, puesto que, tal y como reconocen los mismos autores de la investigación que estamos analizando, el comportamiento a nivel de biología evolutiva es muy diferente entre las 2 especies. Así, la especie humana tiene una estrategia gregaria de supervivencia, es decir, la vida en grupo es lo que permite sobrevivir a la especie y, por tanto, cualquier conducta que obstaculice la vida pro-social, como la psicopatía, supone una anomalía y un riesgo para la supervivencia del grupo y de la especie. Por el contrario, el gato proviene de un ancestro cuya estrategia de supervivencia, por biología evolutiva, era la vida en solitario, por lo que los rasgos que podríamos considerar anómalos de psicopatía en una especie gregaria, aquí supondrían justamente las características que permitirían la supervivencia de una especie solitaria. De hecho, las investigaciones que existen en cuanto a psicopatía (falta de comportamiento prosocial) en animales no humanos se han hecho hasta el momento en otros primates y en perros, todas ellas especies gregarias. En cambio, en el gato, a pesar de que la domesticación haya facilitado que esta especie pueda convivir con otros individuos (de su especie o de otra) e incluso llegar a crear lazos afectivos, el gato sigue siendo una especie de estrategia solitaria por naturaleza. De hecho, los mismos autores de la investigación indican que el objetivo del estudio es
“explorar y comparar la estructura de la psicopatía en una especie principalmente no social, pero domesticada: el gato”. Y, entonces, ¿tiene sentido explorar rasgos psicopáticos en gatos si son una especie no social? Claramente, no tiene sentido, puesto que el comportamiento anti-social (que los autores de la investigación llamarían psicopático) forma parte de su naturaleza.
Nuevamente, los autores de la investigación justifican de varias maneras el estudio de la psicopatía en gatos aplicando el TriPM en sus estudios. Primero, indican que como el cerebro de los mamíferos tiene estructuras y funcionamientos similares, por ello, se podría estudiar la psicopatía en todos ellos, cuando, realmente, la psicopatía sólo tiene sentido en especies eminentemente sociales. Además, según estos investigadores: “En términos evolutivos, la psicopatía puede no servir más como función adaptativa en el gato doméstico”, es decir, para ellos el hecho de que el gato siga teniendo, como sus ancestros, rasgos que en entorno social serían considerados psicopáticos, ya no le es útil al vivir en entorno humano, supuestamente cuidado por personas. Por tanto, los mismos investigadores reconocen que estos rasgos que atribuyen como psicopáticos tenían un sentido ancestral para la supervivencia del gato (en su estilo de vida solitario como estrategia de la especie). Y debemos recordar que los gatos, viniendo de un ancestro eminentemente solitario, llevan relativamente poco tiempo de domesticación (se estima que unos 10000 años), que quizá no haya sido suficiente para cambiar esos rasgos de supervivencia en vida solitaria !!! Y, por otro lado, es exageradamente optimista pensar que el gato ya no necesita sobrevivir por sí solo en entorno humano (sólo hay que ser consciente de la gran cantidad de gatos ferales que existen en cualquier asentamiento humano), y, por tanto, quizá le siguen siendo útiles esos rasgos considerados como psicopáticos para sobrevivir.
Hasta ahora hemos estado hablando de si es legítimo aplicar el estudio de rasgos psicopáticos en gatos o no. Ahora toca analizar la metodología de esta investigación que estamos evaluando.
Principalmente, el objetivo de esta investigación era desarrollar y validar una herramienta de evaluación de personalidad en gatos, eso sí, teniendo sólo en cuenta los rasgos psicopáticos de la personalidad.
Para empezar, hay que tener en cuenta que en la segunda década del siglo XXI han surgido diversos cuestionarios de evaluación de la personalidad en gatos, llegando a hablar de personalidad formada por 3 (Gartner et al., 2014; Salonen et al., 2019), 4 (Arahori et al., 2016), 5 (Litchfield et al., 2017) o 6 (Bennett et al., 2017a,b; Elvers & Lawriw, 2019; Ha & Ha, 2017) factores o dimensiones. Esto nos demuestra que no hay consenso en cuanto a cómo evaluar la personalidad del gato, y que esta última investigación se convierte en una opción más, pero con algunas características que cuestionan el resultante cuestionario CAT-Tri+ para evaluar rasgos psicopáticos en gatos.
Así, en el primer estudio de esta investigación del CAT-Tri+ se llevó a cabo un cuestionario con preguntas abiertas para tutores de gatos, pero las preguntas únicamente se referían a los considerados tres principales rasgos psicopáticos (audacia, mezquindad y valentía). Por tanto, no daban opción a los tutores a dar relevancia a otros aspectos del temperamento de sus gatos, lo que supone un claro sesgo en la recogida de datos inicial. Y era a partir del análisis de los resultados del primer estudio (sesgado) que surgió el cuestionario CAT-Tri inicial que se debía validar a posteriori en los otros 2 estudios de la investigación.
Por otro lado, en los 3 estudios de esta investigación del CAT-Tri+ se utilizó una muestra de conveniencia de tutores de gatos, es decir, una muestra de voluntarios, lo cual de base ya es un sesgo, puesto que no es una muestra poblacional y, por tanto, es muy posible que participaran aquellos tutores especialmente interesados en los rasgos “molestos” de su gato. Además, otro punto a considerar es que los resultados se están basando en la percepción del tutor del gato y no en la evaluación de especialistas en comportamiento felino, cuando en el caso del estudio o evaluación de psicopatía humana o de primates han sido especialistas (psicólogos, etólogos, psiquiatras) los que han llevado a cabo la evaluación de los potenciales psicópatas. Es entonces que debería surgir otra pregunta: ¿podemos basarnos en la percepción de los tutores de gatos para considerar si los gatos tienen rasgos psicópatas o no? Porque, tal como ocurre con la frecuente visión antropocentrista de muchos tutores de animales de compañía, puede que estén considerando al gato “mezquino” simplemente porque decide no obedecer o no cumple con las expectativas del humano con el que le ha tocado convivir.
Además, todo esto queda expuesto cuando se aplica en el segundo estudio la escala CORS (de evaluación del vínculo humano-gato en función de la percepción del tutor) (Howell et al., 2017) y se observa la correlación inversa entre vínculo del tutor con su gato y los aspectos de “mezquindad” y “audacia” del CAT-Tri. Es decir, que la relación del tutor con su gato es peor si el tutor considera a su gato mezquino y audaz. ¿Podría ser que el tutor lo considerara así porque el gato no cumple con sus expectativas al comportarse como le corresponde a un gato, con su comportamiento natural? Por tanto, vemos que los rasgos psicopáticos del gato van en detrimento de la relación tutor-gato y las demandas sociales del tutor. Nuevamente, se trata de una visión antropocéntrica sin tener en cuenta la conducta natural del gato.
Finalmente, en la propia discusión del artículo científico analizado, los propios autores escriben: “los resultados parcialmente apoyan la existencia de modelo triárquico de psicopatía en gatos”. Fijémonos en el término “parcialmente”, puesto que los 3 estudios no pueden demostrar de forma totalmente concluyente el modelo triárquico de psicopatía en gatos.
Aunque la intención inicial de esta investigación del CAT-Tri+ era disponer de una herramienta más de evaluación de la personalidad del gato, para considerar sus efectos en la convivencia con los humanos y, por tanto, ser conscientes de determinados rasgos de personalidad del gato que pueden llevar a una mala relación humano-gato (desde la percepción del humano), el asociar a los gatos con rasgos psicópatas implica aportar una imagen negativa de los gatos, dejando aparte los múltiples sesgos presentes en la investigación mencionada.
Quizá los que nos dedicamos a estudiar antrozoología y etología deberíamos ser más conscientes de las consecuencias negativas para otras especies de los planteamientos de nuestras investigaciones, además de llevar a cabo estudios lo más rigurosos posibles.
Por último, espero que esto sirva para reflexionar que parece que el ser humano necesita que el resto de especies animales se adapten a nosotros (si no, puede que sean consideradas psicópatas), cuando quizá deberíamos dedicarnos a comprender y respetar la naturaleza de cada una de las otras especies, para poder disfrutar al máximo de esa diversidad.