Los caballos acuden a nuestra ayuda al galope
Los beneficios de la equinoterapia: un caso de El Prat de Llobregat
10/12/2021
10/12/2021
Por:
Domingo Marchena
Periodista de La Vanguardia
Fotos:
Manel Cruz
Michael Jackson nunca estuvo más vivo. Nunca tuvo más rizos y nunca fue más enconada su lucha interior para saber si es negro o blanco. Con una crin ensortijada y una capa blanquinegra, este es uno de los casi 300 caballos del Open Sports Club, en la localidad barcelonesa de El Prat de Llobregat. Michael Jackson es vecino de establo de Tiflo, Dollar, Distinto y Cherokee, entre otros ejemplares.
En las cuadras de estas instalaciones hay estrellas internacionales de las carreras, de los saltos y la doma clásica. Valen fortunas. Pero no siempre los ejemplares más valiosos son los que más cuestan: Cerecillo, Pat, Bugati, Vriend, Nano y el poni Bucley, los caballos de Manel Cruz. Esos sí son los más valiosos. Manel cobra, cuando cobra, 1.014 euros al mes. Muchos meses hay más gastos que ingresos y los números no cuadran
Hace 11 años, cuando tenía 50 y era directivo de una multinacional japonesa, ganaba un dineral. Un día necesitó cambiar el rumbo y, aunque no supo qué responder cuando su esposa le preguntó el motivo, se acordó de su tío Salvador de Cal Mingo, que trabajaba con mulas, transportando arena desde la playa a las fábricas. Una vida dura. Dura y feliz. Entonces fundó Equinoterapia Delta del Llobregat.
Esta organización sin ánimo de lucro tiene sus instalaciones en el Open Sports Club y realiza terapias asistidas con caballos. Se trata de una modalidad terapéutica que ha demostrado su utilidad para abordar patologías físicas, psíquicas o sociales. Los tratamientos están dirigidos por psicólogos, fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales, pero aquí los despachos o las camillas se sustituyen por un caballo. Los caballos son una llave que puede abrir la caja fuerte del alma. Las emociones no son un patrimonio exclusivo de los humanos. Etólogos como el japonés Kinji Imanishi, el austriaco Konrad Lorenz o el neerlandés Frans de Waal subrayan que:
“la empatía es la puerta de entrada a la mente animal”.
Para Lorenz, quien haya vivido con un perro y “no sepa que tienen sentimientos es alguien psicológicamente peligroso”.
Lo mismo podría decirse de los caballos. Hipócrates, uno de los padres de la medicina, ya elogió las propiedades terapéuticas de la equitación en el siglo IV a.C. Hoy sabemos que los animales pueden intuir qué nos pasa, sobre todo cuando son compañeros de viaje tan cercanos como los perros y los caballos. Infinidad de ejemplos demuestran que son capaces de oler el miedo y de anticiparse a ciertas reacciones humanas.
Un caballo es mucho más que 500 kilos de una máquina de estímulo y respuesta. Todos los picaderos cuentan prodigios inexplicables. “El ser humano libera una serie de endorfinas que les dan mucha información”, explica Manel Cruz. El mito de los centauros tiene una explicación. Una amazona o un jinete pueden fusionarse y acompasar los latidos de su corazón con los de su cabalgadura.
En una ocasión, Tina, una yegua de Equinoterapia Delta del Llobregat, ahora ya jubilada, llevaba sobre su lomo a un niño de la escuela de educación especial Can Rigol. Su madre, que caminaba al lado, no notó nada extraño. Pero la yegua, sí. De repente se paró y giró el cuello para sujetar la pierna del jinete, que segundos después sufrió una crisis de ausencia. De no ser por esta providencial reacción, el crío se hubiera caído.
Foto: Manel Cruz. Un niño se abraza a Bugati
Otra vez, y también en este mismo centro educativo, un alumno se negó a montar. “No quiero subirme, quiero abrazarla”, dijo. Tina, con la cabeza gacha, parecía querer arroparle y transmitirle calor con su temperatura corporal (habitualmente de entre 38 y 39 grados). Hasta la directora bajó al patio para no perderse la escena. Y allí estuvieron niño y yegua, entrelazados durante cinco minutos, renovando un pacto antiquísimo.
Cinco minutos son una eternidad para una comunión así. El mundo animal se divide en presas y depredadores. Los caballos son presas; nosotros, depredadores. Todo en nosotros les recuerda a sus enemigos: la visión frontal y las orejas pegadas al cuerpo se asemejan al aspecto de un gran felino a punto de atacar. Cuando sonreímos o estamos eufóricos, mostramos los dientes y manoteamos, como si fueran fauces y zarpas.
El universo en cinco minutos. Tina, que vio en aquel niño a un cómplice y un amigo, se rebeló contra su propio instinto. Durante milenios sus antepasados le transmitieron el afán por huir, ponerse a salvo, rechazar el peligro. Hay dos tipos de doma: la que se impone al caballo por sumisión, y la natural, que logra abrazos como los de Tina. Cerecillo, Pat, Bugati, Vriend, Nano y Bucley son hoy dignos sucesores de esta yegua.
No estamos ante una paraciencia. La equinoterapia favorece la relajación muscular, la confianza, la autoestima y la corrección de problemas de conducta, como han demostrado numerosos estudios académicos. El trato con caballos aporta beneficios cognitivos, emocionales y sociales. ¿Pruebas? Albert es un hombretón guapísimo de 22 años. También es autista. Cuando monta, es un jinete. Solo un jinete.
Manel Cruz no quiere hablar de discapacidades, sino de capacidades diferentes. Un alumno le abrió los ojos. Cada vez que llegaba un nuevo ejemplar se hacía una votación para rebautizarlo. A Pat, por ejemplo, un gypsy cob irlandés, se le llamó así por san Patricio, el patrón de Irlanda. Cuando llegó Cerecillo, aquel mismo alumno preguntó en voz alta: “Si os cambiaran de casa, ¿os gustaría que también os cambiaran de nombre?”.
Desde aquel día, los caballos se quedan con el nombre con el que llegan. Y Cerecillo sigue siendo Cerecillo, un Rolls Royce con herraduras, un PRE, un pura raza española. Nació en una yeguada legendaria, Hierro del Bocado, en Jerez de la Frontera (Cádiz). De potro ganó concursos de morfología. Su antigua propietaria, criadora caballar, tiene una sobrina con diversidad funcional y decidió que aquí sería más útil.
De los demás, de Pat, de Bugati, de Vriend (amigo, en neerlandés), de Nano y de Bucley se podrían contar maravillas… Todos ayudan a personas con autismo, esquizofrenia, depresión, lesiones cerebrales o trastornos en el desarrollo intelectual. Todos acuden en nuestra ayuda al galope. Nuestros vínculos con ellos están ahí, aunque no se vean. Tampoco se ven los átomos y nadie duda de su existencia.
De esos vínculos tan invisibles como reales sabe mucho Manel Cruz, aquel niño que se enamoró de las mulas de su tío en El Prat de Llobregat. Cada vez que acaba una de sus clases, niños y niñas a las que les cuesta mucho mostrar sus emociones se funden con él en un abrazo de gratitud. “¿Por qué quieres cambiar de vida?”, le preguntó su esposa hace 11 años. Entonces él no supo qué decir. Hoy, sí: “Por esto, por esto”.