Asesinos en serie, tiradores de masas y maltrato a animales: una revisión
10/06/2022
10/06/2022
Por:
Núria Querol i viñas
Profesora del Grupo de Perfilación y Análisis de la conducta criminal. Facultad de derecho. Universidad de Barcelona.
Coordinadora de CISEG para EEUU, contranarrativa y victimología del terrorismo.
Investigadora de la Cátedra Animales y Sociedad. URJC
Como respuesta lógica después de una catástrofe provocada por personas (en el caso que nos ocupa, asesinos seriales y tiradores de masas) se nos acumulan numerosos interrogantes ¿se habían mostrado signos de alarma?, ¿hubo factores de vulnerabilidad en la infancia? ¿se puede mejorar la prevención? ¿El maltrato animal es un indicador? y así hasta un sinfín de cuestiones que, evidentemente, tienen respuestas muy complejas. El análisis de las biografías y el contexto familiar, social, etc. es muy complejo, y se aleja de la finalidad del blog de la Cátedra, por lo que nos ceñiremos a valorar el maltrato hacia los animales en estos casos concretos. Por otra parte, es necesario aclarar que la violencia hacia los animales es importante y muchos investigadores desde hace años reivindicamos su estudio per se (Querol, 2008), aunque veremos que en algunos casos concretos quizá nos pueda indicar una señal de alarma de otros comportamientos violentos.
En el caso de Payton Gendron, el autoproclamado supremacista blanco acusado de matar a tiros a 10 personas negras en un supermercado de Buffalo el pasado 15 de mayo, salió a la luz un espeluznante episodio de maltrato animal. Tal como relató en Discord, una vez apuñaló y decapitó al gato de un vecino.
Escribió que el gato del vecino había molestado a su gata Paige, lo que le enfureció hasta el punto de apuñalarlo repetidamente con su cuchillo táctico, golpearle en la cabeza y cortársela con un hacha. Todo el proceso duró una hora y media, durante la cual, fue tomando fotografías y notas detalladas de todo lo que iba sucediendo.
También publicó fotos del cuerpo decapitado del gato y su propio rostro salpicado de sangre.
Gendron escribió que no sintió empatía ni emociones después de matar al gato: “Honestamente, en este momento no siento nada por haber matado a ese gato. Pensé que sentiría dolor, pero literalmente me siento en blanco”.
Dijo que le contó a su madre que había matado al gato y ella le entregó una caja para enterrarlo en el patio trasero.
Después volvió a escribir: “Acabo de darme una ducha y y aquí estoy, ya cavé la tumba, es muy poco profunda”, escribió Gendron. “Bueno, mi gata Paige está a salvo de ese malvado gato salvaje”.
Aproximadamente un mes antes de que escribiera este episodio, abrió una entrada separada en su diario sobre cómo su gata Paige había pasado más tiempo con él que cualquier otra persona en su vida en los últimos años: “mi gata Paige ha estado conmigo más que nadie en los últimos años, espero que cuando me vaya mi familia pueda cuidarla adecuadamente”.
Cuando EE. UU. y el resto del mundo aún estaban recuperándose de la conmoción y analizando el caso de Buffalo, 10 días más tarde tuvo lugar otro tiroteo masivo que generó un gran impacto comunitario y a nivel político.
El 24 de mayo, Salvador Ramos, cometió el segundo tiroteo más mortífero después del de Sandy Hook, asesinando a 19 menores y 2 adultos en su antigua escuela, Robb Elementary School, ubicada en Uvalde (Texas). Ramos cometía actos de maltrato animal en público, riendo junto a amigos y jactándose de hacerlo “todo el tiempo”. Posteriormente, lo compartió en Yubo, una red social de streaming. Según algunos usuarios de esta red “lo hacía contínuamente”. En otras ocasiones, retransmitía los actos de maltrato animal en directo. Algunos usuarios explican que se comparaba con “el protagonista de Don’t F*** With Cats”.
También se sabe que salía por las noches junto a un amigo a disparar a personas con una carabina de aire comprimido. Por el momento, no ha trascendido si también disparaban a animales, aunque existe una probabilidad razonable. Los animales que más frecuentemente maltrataba eran gatos.
En una investigación de crueldad hacia los animales y violencia subsiguiente (Merz-Perez et al., 2003), se recopiló información de 45 presos violentos y 45 no violentos encarcelados en Florida en una cárcel de máxima seguridad. En sus narrativas, se recogieron actos previos de crueldad hacia animales y actos posteriores de violencia hacia humanos. Los presos violentos explicaron haber sido testigos de actos violentos en un porcentaje ligeramente mayor que los no violentos.
El estudio de Stone (2007) de 111 hombres que mataron a sus parejas, en comparación con 141 que cometieron homicidios sexuales en serie, encontró que la tortura animal era significativamente más común entre los asesinos en serie. Además, entre los asesinos en serie, aquellos que torturaron prolongadamente a sus víctimas eran más propensos a tener un historial de tortura animal en su juventud, en comparación con otros asesinos en serie que no sometieron a tortura a sus víctimas.
Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay
En el conocido e importantísimo estudio de Ressler, Burgess y Douglas (1988) determinaron de manera similar que, entre una muestra de 36 asesinos y agresores seriales hiperviolentos, el 36% perpetró maltrato animal durante su infancia, el 46% cometió maltrato animal durante su adolescencia y el 36% persistió maltratando animales durante su edad adulta.
En otro estudio, (Arluke et al., 1999) se comparó una muestra de 153 personas con antecedentes de maltrato animal con una muestra control. Concluyeron que las que tenían antecedentes de maltrato animal tenían 5,3 veces más probabilidad de tener antecedentes penales violentos, cuatro veces más de haber sido detenidos por crímenes de propiedad y 3.5 veces más propensos de haber sido detenidos por delitos relacionados con drogas y alteración del orden público.
Johnson y Becker (1997) encontraron que el maltrato animal era común entre los adolescentes que fantaseaban con cometer asesinatos en serie sexualmente sádicos.
De acuerdo con las investigaciones de Levin y Arluke (2009) sobre asesinos en serie sádicos y la investigación de Hensley y Tallichet (2009) sobre delincuentes adultos violentos en general, se empezó a formular el concepto de que cierto tipo de crueldad hacia los animales sí podría ser útil en la valoración del riesgo. Posteriormente, en dos estudios (Querol et al., 2010; Querol et al., 2012) realizados en nuestro medio en población médico-forense que había cometido delitos muy violentos, también observamos que el tipo de maltrato animal ejercido en la infancia y adolescencia concordaba con dicha hipótesis. En uno de los estudios, vimos que, cuanto más alta era la puntuación en la escala de psicopatía, había mayores componentes de sadismo y ensañamiento tanto en las víctimas humanas como no humanas.
De Patrick Sherrill, un trabajador de la oficina postal que asesinó a catorce colegas en 1986, se dice que robaba los animales de compañía de otras personas para luego dejar que su propio perro los mutilase.
De Ted Bundy, ejecutado en 1989, se sabe que de niño tiempo cometía actos de maltrato animal influido por su padre y su abuelo. En su caso, el consumo de pornografía violenta desde muy temprana edad también era un factor relevante.
Thomas Lee Dillon era conocido por sus vecinos y colegas por haber “apuñalado, aplastado y disparado a 1,000 gatos y perros”.
Se dice que Alberto De Salvo, el “estrangulador de Boston”, le disparaba flechas a gatos y perros que atrapaba en jaulas colocadas en su jardín.
Jeffrey Dahmer conservaba los huesos de ardillas, perros, gatos, marmotas y mapaches dentro de jarras de pepinillos llenas de formaldehído. Buscaba animales muertos y tenía un pequeño cementerio. Un amigo de su escuela contó que Dahmer también coleccionaba animales pequeños disecados, y que, al preguntarle acerca de la taxidermia, Dahmer le dijo “siempre quise hacerle eso a un humano”.
Aunque para el público en general o para la prensa no especializada se pueden realizar asunciones y generalizaciones, conviene aclarar que los perfiles de asesinos en serie y de masas difieren sustancialmente (Fox & Levin, 1998).
Los tiradores de masas públicos y los tiradores activos se consideran psicológica y conductualmente distintos de otros tipos de asesinos de masas.
En un estudio que analizó los datos de 88 tiradores masivos públicos en los Estados Unidos desde enero de 1982 hasta marzo de 2018 y mataron a cuatro o más víctimas, se encontraron datos de maltrato a animales solo en 9 de ellos (10.2%).
Este estudio sería consistente con otro muy anterior elaborado por los Servicios Secretos (Vossekuil et al., 2002). En un estudio previo de los mismos autores, encontraron que en un 30% de los casos, los animales eran próximos a los tiradores (de la familia o el vecindario) y un 70% ajeno (ni de la familia, ni del vecindario, abandonado, encontrado en la calle o salvaje). En pocos casos (18%) los investigadores encontraron que los tiradores tenían una gran empatía hacia los animales y mostraban un gran malestar con su sufrimiento. En otras ocasiones, también escasas, nos encontramos casos en que hay maltrato hacia un animal y afecto hacia otro (como en el caso de Eric Harris, uno de los autores de la matanza de Columbine, Andrew Golden o en el de Gendron).
Los tiradores de masas con antecedentes de maltrato a animales tienen mayor probabilidad de tener rasgos psicopáticos (Hare, 2007; Roose, Bijttebier, Decoene, Claes, & Frick, 2010).
El análisis de algunas submuestras de este estudio de tiradores de masas, sí se asemejan más a los resultados en asesinos en serie sádicos. Se trataría de la submuestra en que se produce maltrato o tortura a animales con las propias manos o a corta distancia, ya sean propios o de la familia, especialmente perros y gatos que han sido fuertemente antropomorfizados en nuestra cultura. Este tipo de maltrato se ha identificado como una señal de alarma más adecuada de esta forma de violencia extrema. (Felthous, 1981; Felthous & Kellert, 1987; Querol, 2010).
Por otra parte, existen aún algunos errores conceptuales en lo que se refiere al momento en que se produce el maltrato animal tanto en asesinos seriales como tiradores de masas. Tradicionalmente, en el imaginario general se cree que primero se produce el maltrato animal y posteriormente el asesinato.
Ya en los años 60-70 se postuló la “Hipótesis de la graduación” apareciendo por primera vez en investigaciones sociológicas, aunque aumentó de manera exponencial en los 90. En base a las experiencias y las investigaciones, se han descrito casos de menores que han cometido actos violentos contra animales antes que contra personas, otros que lo han hecho de manera simultánea y otros con posterioridad. Por este motivo, se propuso la Hipótesis del comportamiento desviado (Beirne, 2004; Querol, 2021).
Como hemos visto, el estudio del maltrato hacia los animales relacionado con los tiradores en masa es complejo y requiere mayor cuerpo científico para conferir solidez. Respecto a los indicadores de alarma, existen estudios, checklists, revisiones e incluso en EE. UU. se realizan formaciones regulares en las escuelas e institutos sobre qué hacer en caso de tirador activo. Aunque una de las medidas en la que coinciden más expertos, sobre todo desde el tiroteo de el Paso (2019) sigue siendo usada como arma política.
Mientras termino el artículo, la DGDA publica un tweet que recuerda que los derechos de los animales estarán presentes en las enseñanzas mínimas en bachillerato tal como establece el RD 243/2022 del 5 de abril. Porque una sociedad que aprende a cuidar a sus animales es una sociedad mejor.
Y me atrevo a añadir: y una sociedad que detecta a personas peligrosas, reduce factores de riesgo y potencia factores protectores…es aún mejor.
Para la elaboración de este artículo se ha seguido, en la medida de lo posible, las directrices de contranarrativa recomendadas por el The FBI y el ALERRT Center “No Notoriety” y “Don’t Name Them” del mismo modo que aplicamos este concepto en contraterrorismo. En el caso de asesinos seriales y de masas, se trata de evitar nombrarlos (si es necesario, hay que hacerlo el mínimo de veces posible), evitar compartir fotografías de los asesinos, posts en redes sociales, detalles de los casos, etc. Por el contrario, el foco debe dirigirse siempre hacia las víctimas y sus historias, de este modo, las familias y supervivientes participan en la contranarrativa y los procesos de reparación del daño de manera activa.
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‘I lied to them for months’: Buffalo shooting suspect kept plans from family, he wrote https://www.washingtonpost.com/investigations/2022/05/17/payton-gendron-parents-buffalo-shooting/